martes. 23.04.2024

Mi madre, que en su universo particular era bastante sabia, solía decirme que teta, pan y sopas no era precisamente la dieta perfecta, sino el camino de la perversión para convertirte en un despreocupado de la vida, un mimado que al final se queja de todo, pero no está dispuesto a luchar por nada. Obviamente ella lo simplificaba con un rotundo no, cuando en su escala de equidad no cuadraba lo que yo pedía con lo que ella podía o estaba dispuesta a dar.

Y en el fondo creo que a todos nos falta, en ausencia de liderazgo político capaz de decir no en determinados momentos, una madre general que nos haga sentar la cabeza para que nos demos cuenta de que aquello que pedimos, cómo queremos que se nos vea y lo que estamos dispuestos a sacrificar cada uno, casa más bien poco en estos momentos en los que no hay dinero, pero tampoco salimos de los bares.

Sin meternos en grandes profundidades derivadas de la pandemia, que nos ha vuelto un poco locos a todos, como ese ejemplo de un conocido que el año pasado me decía que no era justo que no pudiese irse de vacaciones a las islas afortunadas porque con lo del ERTE, mas el sueldo de su mujer, no les llegaba para luego disfrutar allí como se merecían – y yo pensaba ¡pero si está casi en el paro!-, o esa joven pareja que el otro día veíamos en la tele a los que la recesión en ciernes les obligaba a quedarse de vacaciones en España, porque el viaje pensado a Filipinas se les había puesto muy caro. Por esas cosas creo sinceramente que tenemos que hablar.

Cada cuatro años votamos el modelo político que queremos y obviamente si tiras más a la izquierda tienes más prestaciones sociales, del tipo ertes o sueldos mínimos un poco más altos, y si votas a derechas tienes un modelo en el que ciertamente se puede hacer dinero más rápido, pero en un coto de caza privado al que no llegamos todos. Pero lejos de pretender que entendamos que tendremos lo que votemos, es importante que asumamos lo que compartimos.

Por ejemplo, si como país o asociación de países, queremos defender a un estado como Ucrania en una guerra, está claro que las consecuencias nos van a salpicar a todos. Ahora bien, que levante la mano el que esté dispuesto a ver cómo matan a la gente a las puertas de tu casa mientras deshojas la margarita de si eres tú o tu país vecino el siguiente de la lista.

Si ahora que acabamos de terminar con las rentas, o estamos en plenas declaraciones de IVA y cierres de ejercicios en las empresas, nuestra preocupación es cómo esconder el máximo posible para pagar menos, pues luego no podemos quejarnos de que en el hospital falten médicos, el ayuntamiento no limpie solares o la autovía tenga baches.

En España el nuevo deporte nacional no es precisamente el fútbol, sino hacernos trampas al solitario, que consiste en cacarear el mensaje externo que nos interese y criminalizar el que no nos gusta. Así, por ejemplo, acabo de encontrar en redes un post de un almeriense que clama por la bajada de impuestos que promueve Núñez Feijó, que sólo dice eso que hay que bajar impuestos, mientras el ayuntamiento de Almería gobernado por el PP se lleva al máximo impositivo, el 30%, la plusvalía de aquello que, por ejemplo, un padre deje a sus hijos. Lo que se dice para hacérnoslo mirar.

La extrema derecha crece en los lugares donde, precisamente, se contrata más mano de obra inmigrante porque es más barata. O mejor dicho, porque esos inmigrantes son los únicos que están dispuestos a trabajar por el sueldo mínimo que corresponde a un jornalero.

Tetas, pan y sopas, como que no, y lo dejo aquí porque me quedo sin espacio, pero prometo, amenazo con volver, porque parece que ya toca decirnos las cosas a la cara.

Teta, pan y sopas o recesión
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