viernes. 19.04.2024

Pero qué hacemos en Ucrania. Por qué tenemos que soportar que su guerra interna con Rusia nos coloque en la situación que tenemos en estos momentos, que es casi imposible tomarse una cerveza en un bar por el precio al que está todo.

Por qué les damos a los ucranianos paquetes megamillonarios de dinero público que nunca devolverán, y encima para comprar armas que no sabemos si usan o revenden, cuando no tenemos claro si podremos calentar los hogares europeos o españoles durante este invierno, o comprar la mochila de Spiderman al niño para ir al cole. 

En definitiva, qué se nos ha perdido allí para que ahora estemos pagando en las gasolineras y en las facturas de la luz los platos rotos de una vajilla en la que nunca hemos comido. Y lo más frustrante, por qué apoyamos a un presidente de gobierno que era un actor cómico, que es algo así como si mañana ponemos a Juan y Medio a gobernar Andalucía. Aunque bueno, este ejemplo lo retiro porque igual no lo hacía ni tan mal.

La clave está en por qué soportamos una crisis que no tocaba después de lo que hemos pasado por la Covid, cuando hasta hace unos meses no sabíamos muy bien donde ubicar Ucrania en el mapa.

Ahora bien, en vez de preguntarnos todo esto. Imaginemos que el día después de la declaración unilateral de independencia de Calatunya, Rusia hubiese reconocido al Estado independiente catalán, a su república o como se hubiese llamado.  Cómo nos habría sentado que les hubiese prestado dinero, y hasta soldados si les hubiesen hecho falta ¿Eso sí nos habría mosqueado verdad?

Pues todo esto va de luchar contra el fascismo. Y lo primero es entender que es eso del fascismo, porque no es otra cosa que la promoción de un estado autoritario y totalitario, antidemocrático y militarista, fuertemente anclado en las nociones de patria y de raza, lo cual se traduce normalmente en la opresión y persecución de las minorías. Es lo que hace Rusia con Ucrania, y si te suena ese mensaje en el lenguaje de algún político cercano, ya sabes que es un fascista. Que los hay, y bien cerca.

Qué hostias hacemos defendiendo a Ucrania cuando nos están matando con el recibo de la luz. Pues sencillamente defender nuestra libertad, nuestra democracia, que tengas carreteras, hospitales, un sueldo mínimo aunque sea una mierda de mínimo sueldo. Lo que defendemos es no vivir acojonados por el abusón de la clase o el colegio, que es un fascista en ciernes, y poner límites a la destrucción de los valores esenciales que entre todos hemos elevado a derechos fundamentales. Y aunque te suenen lejanos o mera teoría, sencillamente serías incapaz de vivir sin ellos. Por ejemplo, el derecho a la vida y a la dignidad son parte de ellos.

Vamos a apagar la luz, como arma, y si no podemos tomar un par de cañas en un bar, pues tomamos una. Si toca ir en autobús o bicicleta, antes que en coche, para llevar al nene al cole, pues toca eso, porque esta guerra no sólo se libra en Ucrania.

Y hay una cosa interesante de la que podemos sacar provecho durante esta guerra sin que nos silben las balas sobre nuestras cabezas o nos maten a un hijo. Es una oportunidad única para aprender a luchar con la principal arma que tienes en tus manos en tiempos de paz, que es tu voto, por que tú decides quien gobierna.

Y es una oportunidad, porque si realmente descubrimos lo que es la solidaridad, nos vamos a encontrar en un modelo de aldea común en el que, poco a poco, verás caer ese sistema en el que sólo ganan dinero unos pocos. Ese en el que cuando tu más sufres resulta que surgen más megamillonarios.

Ya no se trata de que toque luchar, sino de que tengamos claro por qué hacerlo, por quiénes hacerlo y cómo hacerlo, que al fin y al cabo Ucrania nos puede dar igual, pero seguro que las consecuencias de lo que allí pase no. Y ojo que somos españoles, los mismos que retomamos la isla de Perejil en menos de 48 horas. 

Apaguemos la luz, y no lloremos tanto.

Y qué nos importa Ucrania
Entrando en la página solicitada Saltar publicidad