sábado. 20.04.2024

Durante unos días he compartido amplias, bueno amplísimas jornadas de trabajo y convivencia de absoluta abstemia con periodistas de Marruecos. Y las grandes diferencias entre unos y otros son dos fundamentalmente. La primera el idioma, y la segunda el nivel de desarrollo de su país, y les aseguro que en la segunda trabajan a su manera para solventarla. Pero ojo, que a los primeros que nos interesa que crezcan es a nosotros, a todos los europeos, porque las fronteras físicas que se pintan en mapas son mucho menos seguras que las que establecemos las sociedades en democracia y con estados del bienestar bien desarrollados. Y es ahí donde a nosotros mismos nos interesa que evolucionen.

Cómo hacerlo, pues sencillamente escuchando y dejando hacer. Durante años Marruecos como otros países han vivido colonizados, bajo protectorados y otras fórmulas que al desaparecer les demostramos la crudeza del estar conmigo o contra mí. Y claro, imaginemos a esa madre a la que un hijo se le va de casa, obviamente por muy rebelde que le salga siempre intentará ayudarle a que, por lo menos, consiga una situación estable que le permita vivir, y eso nunca lo han hecho los países desarrollados.

Podemos hablar de las libertades, hasta de la libertad de expresión, pero por ponerles un ejemplo, en Tetuán hay casi más medios de comunicación que en toda Andalucía. Podríamos pensar que están bajo el yugo del Estado, pero les recuerdo que en España los partidos políticos conservadores intentan subyugar, y lo consiguen, a los medios de comunicación con publicidad institucional, vetándoles si no les ríen las gracias como hacen la Diputación o el Ayuntamiento de Almería, entre otros.

Podemos poner por ejemplo que allí se encarcela a la gente por manifestarse contra la monarquía, pero en España condenamos a gente por escribir un tuit o componer un rap en el que se “insulte” al rey.

Veremos imágenes de su monarca, el de Marruecos, paseando en vaqueros por París y con camisetas sin mangas, pero nosotros en España hemos tenido que aceptar, asumir y tragar que el nuestro tenía una amante con la que presuntamente gestionaba un entramado de comisiones por obras públicas para las que medió.

Con todo ello sólo intento hacer ver que nos fijamos en la punta del iceberg, en lo que unos y otros tratan de hacernos ver, pero tras esa primera capa hay gente con ganas, personas que aman a su país y que no quieren dejarlo, sino sumarlo a ese mundo de las oportunidades que, por ejemplo, puede representar Europa.

Durante unos días, en el 38 Congreso de Periodistas del Estrecho organizado por la Asociación de Periodistas del Campo de Gibraltar y la Asociación de Periodistas Marroquíes, he aprendido dos cosas. La primera que pese a lo pesados que nos ponemos con el tema, se puede vivir sin alcohol y hasta propicia que se hable más, y hasta de forma más coherente.

Y la segunda, ya más en serio, que toca hablar, dar pasos hacia adelante aunque para ello tengamos que empezar desde un poquito más atrás. Que la diplomacia paralela, la que hacemos las personas cediendo un poco para entender mejor al de enfrente, es precisamente la que marcará las posiciones de la alta diplomacia institucional.

Si somos verdaderas democracias, si el poder real radica en el pueblo, somos nosotros quienes tenemos que dar pasos para armar esos espacios de consenso y los periodistas del Estrecho llevan 38 ediciones haciéndolo. Un trabajo silencioso, pero sin pausa.

Vuelvo convencido de que Marruecos merece una mejor oportunidad y de que nosotros, los españoles y portugueses, necesitamos un Marruecos fuerte, una frontera que se construya no con líneas sobre mapas, sino con una sociedad fuerte, sustentada por un estado del bienestar a la medida de sus posibilidades y que sirva como acicate a sus vecinos del sur.

Y del Sáhara ya hablaremos en otra ocasión, porque hablar y querer comprender, tampoco significa aceptar sin cesiones mutuas cualquier posición.

Hablar con Marruecos
Entrando en la página solicitada Saltar publicidad