jueves. 25.04.2024

Pensar una nueva economía

Luis Fernando López Silva
Luis Fernando López Silva

El reto al que se va a tener que enfrentar el mundo una vez pase lo peor de la pandemia va a ser colosal. Se trata de reconstruir todo el tejido económico, social y humano devastado por las miles de muertes, el confinamiento y la paralización de la economía. En el plano humano, toca enterrar y homenajear a los fallecidos. En el terreno económico, lo inmediato es proyectar una hábil red pública-privada de canales financieros para que la liquidez llegue a todas las familias y sectores económicos afectados. Aliviar las situaciones más graves es esencial. Los mediato será repensar una nueva economía, porque tras la pandemia el mundo ingresará en un escenario confuso, caótico y extraño, pero en el que se generarán de modo paulatino un sinfín de microrevoluciones en todos los órdenes de la vida, que posiblemente den lugar a medio y largo plazo a una revolución mayor con una fuerza motriz global que desemboque en un estadio social diferente. Si será mejor o peor no lo sabemos, dependerá de multitud de factores. Lo que sí está claro es que las transformaciones sociales, políticas, económicas y tecnológicas que producirá esta crisis vírica harán necesario replantearse muchos de los postulados socio-políticos tradicionalmente aceptados por la sociedad. Modificará pensamientos, actitudes y formas de entender el mundo.

La acción primordial para implementar esta nueva economía se ha de fundamentar previamente en cuestionar los fundamentos de la actual política económica, es decir, establecer las amenazas y las fortalezas del sistema económico con el que operamos. Desde inicios de milenio hay evidencias más que claras y fehacientes de que el modo de organizar la economía mundial está ligada a riesgos sistémicos y amenazas permanentes: el desastre ambiental y climático, las crisis financieras, guerras económicas ocultas, los monopolios multinacionales, la pobreza estructural de ciertas regiones, tensiones geopolíticas en alza e incluso la propia pandemia que padecemos está conectada con el modo en que manejamos los ecosistemas para  producir y consumir proteína animal. Todas estas amenazas que van ligadas a la forma de producir y consumir de la especie humana, tendrán que irse eliminado paulatinamente de la economía del futuro si deseamos una permanencia más estable y segura en el hogar terrícola. En sentido contrario, habrá que fomentar las fortalezas actuales de la política económica: seguir implementado un mix energético más sostenible, más esfuerzo financiero a la I+D+i, incrementar la fiscalidad verde, el consumo de proximidad, relocalizar empresas, el relanzamiento de microempresas a nivel rural para fijar y atraer población, etc. Pero la clave de bóveda de toda esta revolución económica se asienta en la revolución mental que ha de tener lugar previamente en las personas. La Covid presenta una oportunidad. Seguir consignando el estilo de vida consumista occidental como el del éxito y la felicidad, ha de dejar de tener tantos adeptos.

Toca explorar otras alternativas más acordes con el planeta finito en el que vivimos. La manía del crecimiento infinito de los manuales económicos actuales nos aboca a la catástrofe permanente, además de tener una seria incapacidad para preservar el medio ambiente, la seguridad económica y la honestidad política a nivel mundial. El capitalismo ha sido siempre un modelo social polémico, volátil, lleno de conflictos y contradicciones y, por lo tanto, permanentemente inestable, que en su dinámica fagocitadora genera un exceso de desequilibrios socio-económicos desencadenantes de soterradas guerras económicas y políticas entre superpotencias. La que hoy presenciamos entre China y Estados Unidos tendrá consecuencias geopolíticas impredecibles en el mapa mundial. Lo que en términos físicos se podría acuñar como una  entropía social, económica y tecnológica en aceleración continua y sin control.

Es hora de asumir que necesitamos una economía que satisfaga las necesidades de las personas sin socavar los recursos de soporte vital del planeta, una economía menos aferrada a los mecanismos del capitalismo bursátil y la ingeniería financiera.

Grandes pensadores de la economía manifiestan que la decadencia de la era capitalista se palpa con mayor rotundidad con cada crisis que genera el sistema, unas crisis que cada vez serán más recurrentes y violentas. Con estas predicciones tan poco halagüeñas se hace imperativo aproximarse a otras fuentes de teoría económica y acoger nuevas directrices que modelen una  economía sostenible a largo plazo. Como inicio sería innovador alternar medidas económicas que contengan principios de la economía capitalista, principios de la economía planificada y principios de la economía estacionaria. El fin será producir de modo más eficiente, atenuar los fluctuantes vaivenes de los PIBs mundiales, distribuir más racionalmente los recursos del planeta y estabilizar el imparable crecimiento de la población mundial. La economía del mañana tiene que volver a los cometidos más nobles de su origen: la reducción de riesgos en los grupos humanos. Una economía que amplía y recrudece los riesgos sociales no debería tener cabida en el mundo que se avecina, pues ya de por sí será un mundo tortuoso.

Pensar una nueva economía
Entrando en la página solicitada Saltar publicidad