viernes. 19.04.2024

Ideologías: velos para la catástrofe

En este tiempo incierto que vivimos convergen un sinfín de crisis que golpean de modo persistente los esquemas mentales y estructuras físicas fabricados por el mundo occidental en el siglo anterior. Lo peor de todo es que todas necesitan una urgente voluntad de enmienda, desde la sanitaria y económica actuales, a la climática-ambiental, la migratoria, la de las clases medias, la de las democracias y un largo etcétera. Entre otras cosas porque todas tienen un hilo conectivo con efecto retroalimentador negativo. Sin embargo, la maximalización de las posiciones ideológicas de los líderes que gobiernas  las naciones y por ende de sus ciudadanos, frenan la voluntad de unidad para diagnosticar y superar los estragos que convulsionan nuestro modo de vida.

Si ya en el primer tercio del siglo pasado sufrimos el auge de las ideologías totalitarias y sus perversas consecuencias, hoy se hace imperativo rememorar aquellos fúnebres acontecimientos, pues se observa por doquier cómo la ideología de los diferentes actores políticos a nivel mundial, difundida y manipulada exponencialmente a través de la tecno-(des)información, puede convertirse en un tupido velo que cubre el entendimiento de lo que sucede en realidad. O dicho de otro modo, sirven al nefasto propósito de crear sencillas respuestas a problemas complejos, anulando la capacidad de ver la realidad o investigar sobre ella. O peor aún, cómo sirve para diseñar la realidad según conviene a dicha ideología y así confirmar su visión. Y en este nivel, la razón se agota en el interior de cada persona y no sale para conocer la realidad, ni para explicarla, básicamente porque ya posee todas las respuestas. Por tanto, la realidad se convierte en el reflejo de las ideas que nos moldean. Y llegados aquí, la ideología extrema, muy sutilmente, se metamorfosea en pensamiento mágico, un pensamiento distorsionado e irracional que tiene la capacidad de condicionar en la mente humana las emociones más primitivas y expeditivas. Esas emociones a las que apelan continuamente los discursos políticos para removerlas y encabronarlas con el fin de enfrentar socialmente y sostener que el idealismo ideológico siga dominando y nadie tenga la curiosidad y la fatiga de examinar lo que le rodea. 

En nuestro país tenemos el ejemplo perfecto a lo dicho anteriormente. La incorporación en el arco parlamentario de nuevos partidos tipo Vox, Podemos o los republicanos nacionalistas catalanes se ajusta a esa demonización permanente del contrario. Tal que la riña política ha llegado a un punto esquizoide, donde la multitud de problemas que aquejan a los españoles son politizados de inmediato, sin apenas haberlos analizado previamente. Cada opción ideológica diseña ad hoc un compacto paquete de respuestas, medidas y soluciones empapado de dogma y después lo sueltan a sus sicarios mediáticos para difundirlo en la cochiquera de las redes sociales, crear polémicas artificiales y polarizar todo lo posible a la sociedad. Este modus operandi del establishment político dificulta todo acuerdo a nivel nacional y extrema las posiciones de cada bandera política. La guerra partidista gestada en nuestro país por la gestión de la pandemia  o la renovación de CGPJ es el epítome de lo perjudicial que puede llegar a ser este tipo de estrategias políticas para la población. Lo furibundo de todo esto es que contamina toda la vida política y social del país. Enfrenta a nivel de enemigos a personas y familias y desprestigian el crédito de las instituciones, y por ende, la calidad de la democracia.

A nivel internacional hallamos la misma situación, la agenda política es ideologizada y polarizada continuamente por las grandes potencias, desde el tema de la pandemia pasando por el clima, los recursos naturales, las migraciones, la pobreza, las guerras… Todo se enfoca desde el velo ideológico y cada facción y bandería interpreta los hechos con el esquema mental preconcebido de sus irrenunciables creencias.

Si la clase política sigue tensionando la cuerda y tiene la creencia de que sus acciones no traerán consecuencias, simplemente no merecen ese puesto, bien porque están ávidos de poder, bien porque están locos y corruptos o bien porque no conocen la historia. O todo a la vez. El caso es que así no se puede seguir, porque el tejido social de las naciones se romperá, diseminando más odio y miseria. Moderar las posiciones ideológicas y de poder es crucial en estos momentos. La serenidad hay que tomarla como guía, elegir esa serenidad que conduce al razonamiento prudente; y este razonamiento prudente al análisis y la reflexión sobre las oportunidaes de futuro. Un país con ideologías exacerbadas es un país fanático al modo del fanatismo religioso y todas las decisiones que se tomen serán erradas, sesgadas y dividirán al país.

En las horas que corren necesitamos un antígeno viral contra la pandemia, pero también necesitamos un antígeno mental que nos cure del virus ideológico y hagan desaparecer los velos que nos invitan a consumar la catástrofe.

Luis Fernando López Silva. Licenciado en Pedagogía

Ideologías: velos para la catástrofe
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