sábado. 20.04.2024

Deuda pública versus soberanía nacional

Luis Fernando López Silva
Luis Fernando López Silva

El bajo crecimiento, la desigualad creciente y los volúmenes ingentes de deuda pública y privada son tres de las características principales que arrastran durante lustros las economías del capitalismo democrático occidental. En esta lenta y agónica dinámica se haya sobre todo Europa y por ende, España. Para más 'inri', la pandemia de la Covid-19 que asola al mundo no hará sino agravar estos índices económicos, pues la economía mundial ha entrado en un coma inducido por la medidas sanitarias para controlar el virus.

Con la economía en un periodo de intensa incertidumbre, son los Estados ayudados por los Bancos Centrales los que están haciendo los esfuerzos económicos para poner en marcha de nuevo la maquinaria de producción y consumo. Lo que está por demostrar es si los instrumentos y medidas adoptadas por gobiernos y bancos centrales son los adecuados para activar la economía real. Recordemos que los mecanismos de recuperación lanzados tras la Gran Recesión de 2008 no tuvieron el éxito esperado ni en lo económico ni en lo político. Y por ahora, lo que se está haciendo es básicamente lo mismo, es decir, producir deuda para inundar la economía de dinero barato. Si tenemos en cuenta que los gobiernos occidentales están manejados y presionados por la industria de hacer dinero, lo lógico es pensar que se actuará de la misma manera, porque además, ya lo están haciendo. El mecanismo es sencillo, los bancos centrales crearán ingentes cantidades de dinero fiduciario que a su vez venden muy barato a los agentes financieros, y estos, o bien lo inmovilizan o lo invierten en deuda de los gobiernos, mucho más segura a día de hoy que las inversiones en empresas productivas y de servicios, con lo que muy poca de esa cantidad de dinero pasa a la economía real. Consecuencias: el  crecimiento seguirá siendo agónico, el desempleo no se reducirá, las deudas públicas aumentarán, la desigualad seguirá 'in crescendo' y a pesar de la enorme liquidez inoculada en la economía no se podrá relanzar la actividad de las empresas y el consumo a niveles aceptables. En todo este atolladero los únicos beneficiados son los rentistas de la industria financiera y su visión plutonómica de la sociedad, mientras que los Estados son inducidos a convertirse eternamente en pagadores de deuda a una oligarquía global de inversores-prestamistas.

Existe además un problema capital que se colige de todo lo anterior. Cuando se producen  incrementos de la deuda publica en los países, estos tienden a reducir su soberanía política y económica. El poder económico internacional se convierte en poder político local. Memoricemos lo que pasó en España en aquel fatídico mes de septiembre del año 2011 cuando los mercados financieros obligaron al presidente Zapatero a pactar con la oposición del PP a realizar un cambio constitucional en el artículo 135 de la Carta Magna para dar prioridad a los pagos de la deuda frente a cualquier otro gasto del Estado en los presupuestos generales. Una acción que sonrojó y cabreó a todos los españoles. Serio aviso para navegantes y apretón de tuercas para la soberanía de nuestro país.

Si tenemos en cuenta que actualmente España tiene una deuda pública con respecto a su PIB de aproximadamente un 120%, que además paga solo por intereses de deuda anualmente unos 32.000 millones de euros y que más de un 70% de esa deuda está en manos de los gigantescos fondos de inversión extranjeros, nos podemos imaginar hasta que punto esta situación le puede restar soberanía a nuestro país a la hora de tomar decisiones políticas y económicas en pro de sus ciudadanos.

La secuencia lógica es que el coronavirus no hará más que agravar este repertorio económico y multiplicar el 'efecto Mateo.' Y una vez pase lo peor de la pandemia y volvamos a la “nueva normalidad” que pregona el gobierno, España será un país menos soberano y más débil política y económicamente, que en cualquier momento puede ser arrastrado a los pies de los caballos del mercado para ser llamado al orden y recetarle obligatoriamente el aceite de ricino para provocar el purgamiento que se crea conveniente a las clases medias y bajas.

Pero lo más feo de todo este asunto es que la 'partidocracia española' sabe bien todo lo que nos jugamos como país, y sin embargo,  tanto la izquierda como la derecha  siguen noqueados, sin visión de país a largo plazo, incapaces de llegar a un acuerdo de mínimos para frenar la tragedia que se avecina. Entretanto, siguen entregados pasionalmente en sus disputas partidarias y agravando la animadversión entre ciudadanos. Una derecha solipsista que usa el Estado para acumular dinero, poder e influencias en su obsesión por la consunción de lo público y una izquierda que lo usa para subvencionar votos y poner en práctica sus teorías sociales más divagantes con la consecuencias ruinosas que conlleva.

En fin, un ambiente moral decadente que se traslada desde las élites políticas y económicas hacia las clases medias y populares, y que de seguir así, va a precipitar hacia el abismo al país entero. Para entonces esa frase tan mentirosa y manida que los políticos repiten sin cesar de “la soberanía reside en el pueblo” ya no tendrá sentido y el pueblo español se habrá dejado robar no solo la cartera sino la hasta la nacionalidad y la dignidad.

Deuda pública versus soberanía nacional
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