viernes. 19.04.2024

El agua: asunto de seguridad nacional

Ahora que llegan las primeras lluvias, señal de que se acerca el otoño y se inicia el año meteorológico sería muy interesante poner en valor la importancia de la gestión de los recursos hídricos y generar en la sociedad una consciencia hídrica que frene los derroches y delimite los acaparamientos abusivos que va a generar el negocio del agua en los años venideros. Según datos de la ONU, el cambio climático, el incremento de la población, los derroches generados y el agua contaminada, incrementarán en más de un 30% la escasez mundial del líquido base. Y ya se sabe, donde confluyen la necesidad y la escasez, se generan conflictos destructivos y negocios espurios. La guerra global por el agua ha comenzado.

Si el siglo XX estuvo marcado por la era del petróleo y la lucha por su dominio, el siglo XXI lo será del agua. Por tanto, este recurso de vital importancia y su control a nivel global se convertirá en un axioma geopolítico importantísimo para el futuro de las grandes potencias. La lucha será brutal. Tanto es así, que las grandes entidades financieras mundiales establecen como el primer riesgo en el mundo la crisis acuífera que se avecina. Por eso, países que se toman en serio su seguridad nacional, están incluyendo al agua y sus infraestructuras dentro de su estrategia de seguridad nacional. Mientras, aquí en España se mira hacia otro lado, y caos es lo único que se percibe en lo relativo a la gestión del agua. Un país dividido en autonomías cada vez más poderosas y nacionalistas no hará más que acentuar las desavenencias entre cuencas hidrográficas ubicadas entre varias comunidades autónomas. Cada una legisla a su antojo y conveniencia sin tener en cuenta al vecino. Ejemplos de esta incapacidad para tomarse en serio el problema del agua los hay a decenas. Extremadura es un caso paradigmático, pues siendo la primera región española que más agua embalsa, sufre un estrés hídrico importante en muchas de sus comarcas. Evidentemente, la sequía está ahí, hay que tenerla en cuenta, pero existen otros factores que presionan fuertemente para que se llegue a esta situación de dramática escasez: un regadío sobredimensionado en función de las reservas de agua, concesiones de sondeos a troche y moche, hidroeléctricas que desecan pantanos con total impunidad, la moda de una casa, una piscina, escasez de infraestructura hídrica eficiente, y un largo etc. Claro está, las demás comunidades siguen esta misma estela y los políticos siguen los mismos patrones de mala gestión para resolver el problema del agua a largo plazo. Ahí tenemos también a la comunidad andaluza, proyectando grandes zonas de regadío cuando gran parte de su territorio se halla en riesgo de desertización. O las comunidades del norte, la España húmeda, donde este verano se han dado cuenta de la falta de obra hidráulica para satisfacer la demanda de agua. Creían que lo de la sequía y la falta de agua no iba con ellos. Es increíble la ceguera de los políticos y gestores públicos. Supuestamente se les paga para verlas venir, pero en esto caso cobran por cerrar los ojos y marchar hacia adelante con la venda de la ignorancia y la desfachatez.

España necesita un plan hidrológico nacional que vertebre y conecte de verdad todo el territorio con una malla hídrica que haga llegar el agua a todos los territorios para su desarrollo y bienestar. Y una ley del agua que racionalice su uso y su abuso. Algunos expertos ya han avisado, España necesita reducir regadío en más de un millón de hectáreas, sustituyéndolos por otros cultivos alternativos de secano o de bajo consumo de agua. Se necesita reciclar y depurar mucha más agua residual. Hay que poner orden en el negocio hidroeléctrico que deseca embalses cuando sube el precio de la electricidad. La industria consumidora de agua debe empezar a establecer planes de ahorro y eficiencia y los ciudadanos ser conscientes de que sin agua no hay futuro. A nivel internacional hay que establecer una geoestrategia del agua para posicionarse en lugares seguros cuando en un futurible sea necesario importar agua de las grandes reservas mundiales. Y por supuesto cuidar y blindar nuestros pantanos y acuíferos de las embestidas privatizadoras y acaparadoras que se van a poner en marcha en el futuro por los actores de las finanzas, pues se espera un abultado negocio del agua de más de 500.000 millones de dólares al año.   En fin, queda mucho por discutir y por hacer. 

Esperemos que después de este verano los políticos y los ciudadanos nos demos por advertidos todos de que el agua es un recurso tan imprescindible para el desarrollo y supervivencia de nuestras sociedades que es obligatorio tratarlo como un asunto de seguridad nacional. La crisis global del agua amplificada por la desregularización de los patrones climáticos augura para mediados de siglo un clima sicótico de sequías bíblicas combinadas con lluvias torrenciales, lo que tendrá un impacto disruptivo en la economía y los modelos de vida.

Hay que empezar a ser previsores y poner en marcha las medidas más inteligentes para adaptarse a lo que viene. Empecemos la tarea entre todos y recemos para que la estación otoñal nos traiga agua en abundancia.

Luis Fernando López Silva. Máster en periodismo multimedia.

El agua: asunto de seguridad nacional
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