jueves. 28.03.2024

Un mundo mejor

Tenemos muchas cosas que contar y más que aprender. Si no nos sorprendemos ni somos capaces de entusiasmar a nadie, nuestra realidad no mejorará sino todo lo contrario. Asomarnos a las ventanas de nuestros sentidos nos debe dar siempre la oportunidad de soñar en ser mejores, lo que hará que nuestro mundo también lo sea.

 No pretendo plantearles en este artículo un mundo feliz como el que describía en su novela Aldous Huxley, un mundo utópico, irónico ambiguo, en el que la humanidad es permanentemente feliz, donde no existan guerras ni pobrezas y las personas sean desinhibidas, tengan buen humor, sean saludables y tecnológicamente avanzadas. Pero, a decir verdad, tampoco me importaría. 

 Contamos minutos y descontamos días a nuestro calendario, y desde que nacemos emprendemos una marcha que según como se mire puede parecernos larga o corta, según la llenemos de humores o alegrías, o la empapemos de desgracias y tristezas.

 Y como en un taller de costuras se nos pasa la vida entre ribeteados, sobrehilados, fruncidos, hilvanados, bordados, marcados o pespunteados, entre otras muchas tareas hasta que configuramos nuestra personalidad como el que termina un traje.

Éxitos y fracasos, mascarillas y mascarones, historias escritas y perdidas, reflexiones profundas y chuminadas insustanciales, inteligencias compartidas o desperdiciadas, representaciones dramáticas en la que faltan ingenuidades y sobran hipocresías. 

Que lleguemos a la madurez en la que los malos rollos nos importan tres pepinos, y descartemos de nuestras vidas el piensa mal y acertarás, que tan infelices hace a los que nos rodean y a nosotros mismos. Alimentemos la ética y combatamos la sinvergonzonería, las chapuzas y los choriceos y si queremos combatir el mal ni vale ser neutral ni permanecer indiferentes, sin hacer nada, como si no fuera con nosotros.

No podemos escudarnos bajo el paraguas de que nosotros no tomamos las decisiones y nos limitamos a recibir órdenes, con lo que justificamos todo tipo de injusticias y crueldades sin que  nos sintamos responsables, cuando hemos contribuido con nuestra falsa obediencia o nuestra pasividad.

En un mundo mejor no estamos obligados a repetir en el futuro los errores del pasado y del presente, podemos mejorar e incluso reinventarnos, lo que no tenemos que pretender es ser perfectos o no pasar por malos momentos. Afortunadamente disfrutamos de las buenas cosas, sensaciones y emociones porque digerimos aquello que nos hace sufrir.

Nuestra historia no comienza cuando nacemos sino mucho antes con la herencia que nos transmiten nuestros antepasados y no acaba con la muerte, sino que continuará en el recuerdo y en la memoria o en la fantasía de quienes nos suceden. Seamos capaces de contribuir a que los que vienen detrás, puedan aprender lo mejor de lo que dejamos.  

Debemos respetar las normas porque es la mejor manera de garantizar nuestra convivencia, pero eso no debe significar la sumisión a nada ni a nadie, sino sembraremos la huella de la indignidad y fomentaremos la corrupción, desde la arbitrariedad de algunos personajes que se creen impunes y pueden hacer lo que les venga en gana.

Si queremos conseguir construir entre todos y todas un mundo mejor hemos de implicarnos y comprometernos frente a dos grandes plagas que azotan a la humanidad, cada vez con más fuerza, la pobreza y la ausencia de democracia en muchas partes de nuestro Planeta.

Pero sobre todo cultivemos las tres haches, que en su significado no son como en su fonética que suenan cual, si fueran mudas, sino que tienen un alto significado en nuestras vidas a través de nuestras actuaciones, HONOR, HONESTIDAD y HONRADEZ. Si somos mejores también lo será el mundo en el que vivimos,

Un mundo mejor
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