martes. 23.04.2024

Trabajar más y quejarse menos

Estar todos los días quejándonos sin poner remedio en intentar encontrar soluciones a nuestros problemas, además de ser un ejercicio inútil, termina aburriendo a todos los que nos rodean, porque no deja de ser una ofensa hacia muchos de quienes  dedican su tiempo y esfuerzo a trabajar más y lamentarse menos.

Cuando nos falta fuerza para trabajar más, firmeza para afrontar situaciones complicadas y saber tomar decisiones en el momento oportuno y flexibilidad para saber escuchar y comprender los problemas  de la ciudadanía, algo no está funcionando y hemos de ponerle remedio.   

Hay quienes no están conformes con nada por muy bien que le salgan las cosas, andan afligiéndose y aflojándose, y están en una permanente queja sin abrir una ventana de esperanza al futuro. Quieren resultados favorables, eso sí, sin dar un palo al agua.

Si queremos resultados en nuestras vidas, hemos de responsabilizarnos y comprometernos. Situarnos en la cómoda posición de “a verlas venir”, solo nos puede conducir al fracaso y la melancolía, mientras que, si nos esforzamos y no estamos continuamente compadeciéndonos, tenemos por delante un horizonte optimista y la posibilidad de superar los retos que se nos presenten.

Podemos hacer esto, en un ejercicio de plantear cada cual su guerra y no unir nuestras ideas y sumar nuestros esfuerzos. El sentido comunitario de nuestras actuaciones nos fortalece a todos, no podemos incurrir en el error de querer cada día trabajar menos y quejarnos más.

Somos merecedores de derechos que nos hemos ganado a pulso cumpliendo con nuestros deberes, sin rendirnos ni desfallecer a las mil y una zancadillas que algunos intentan ponernos. Mucho ánimo y hacia adelante, De nada vale que nos encerremos en llantos y protestas, sin pretender cambiar las cosas, para que el mundo nos enseñe todos sus colores, nos ofrezca todos sus sonidos, tactos y olores.

A veces solo nos dedicamos a lamentarnos de lo que podíamos haber logrado y no conseguimos, terminamos no disfrutando del presente, que es lo único que tenemos a medias, ya que el pasado se nos ha ido y el futuro es tan incierto que se nos escapa de nuestras manos.

 Lo peor es que tienen la oportunidad, como dice el refrán, “la ocasión la pintan calva”. Entre intuiciones y premoniciones, debemos aceptar alto y claro cuando no podemos hacer algo y no comprometernos a aquello que nos resulta imposible de llevar a cabo.

Entre ficciones y realidades, es mejor encontrarle el lado positivo a las personas y a las situaciones, asumiendo nuestras virtudes, capacidades y carencias. Priorizamos las emociones positivas y los deseos que nos provocan satisfacciones.

 Fomentemos la comunicación y procuremos encontrar el disfrute de nosotros mismos y los demás, por dentro y por fuera, superando el agobio y el cansancio, sabiendo salir adelante, si nos animamos y arrimamos el hombro, intentando evitar los excesos y procurando mantener el equilibrio.

Son malos tiempos para experimentos, en los que tenemos que procurar no darle oportunidades, a quienes realizan críticas tóxicas, gratuitas y desagradables. Si sabemos ser generosos y en ocasiones aprendemos a renunciar, solo nos traerá ventajas y nos ahorraremos problemas.

 No debemos renunciar a ningún sueño. Ni caer en posturas y pesquisas inexorables e inadmisibles: No resulta útil correr, y si llenarnos de entusiasmo, siempre que no seamos el motor para cometer errores.

Trabajar más y quejarse menos
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