Cada amanecer cuando abrimos los ojos tras el sueño, comenzamos una aventura, en la que no sabemos por muy bien que estemos, por mucha salud que gocemos, dinero que tengamos o amor que disfrutemos, si podremos terminar el día, o tendremos que poner fin a la película de nuestra vida cuando menos lo esperábamos.
Podemos convertir nuestra historia en un problema o en una sucesión de momentos agradables desde el comienzo hasta el final , en una tragedia o en una comedia. Con el tiempo nos vamos dando cuenta que tiene ingredientes de ambas. No soy un ingenuo ni un buenista , ni pienso que esto siempre es bueno y nunca se acaba, pero tal vez, ahí esté la gracia de esto que llamamos vida.
De un lado a otro, vamos de creernos dueños de todas las certezas a ser prisioneros de nuestras incertidumbres . En esa búsqueda del equilibrio, nuestro YO va siguiendo el lenguaje orteguiano por diferentes circunstancias. En ocasiones tenemos motivos para celebrar las pequeñas cosas y en otras nos lamentamos con los grandes logros.
En nuestro permanente ejercicio de contradicciones vamos consumiendo minutos y horas hasta completar el día . Durante ese tiempo suceden cosas , nuestros pensamientos, emociones y sentimientos , nos invaden y o los gestionamos equilibradamente o nos desbordan.
Nos damos cuenta que en poco tiempo podemos vivir muchas cosas, desde éxitos a fracasos, realidades y fantasías, perdones y rencores, confianzas y desconfianzas, y andamos con nuestros cuerpos y volamos con nuestra imaginación.
Dialogamos o guardamos silencio, y nos damos cuenta que nos comunicamos con muchas palabras o sin decirnos nada. Tenemos ganancias personales por nuestras experiencias y nos hacemos mejores personas o chocamos con la realidad y colaboramos a destruirnos.
La aventura diaria no es ni una novela ni una autobiografía, pero tiene mucho de ambas, con anonimatos y protagonismos, con juegos y distracciones, con beneficios y daños. Los móviles suenan , las redes se caen , recuperamos la sana costumbre de hablar y quedamos para hacerlo personalmente y disfrutar de nuestras presencias y echarnos de menos en nuestras ausencias.
Programaremos nuestro día, estableceremos nuestros protocolos , pero nos olvidamos de planificar las sorpresas, ya que si no dejarían de serlo. Entre lo esperado y lo inesperado , valoramos a las cosas y las personas o relativizamos nuestras vivencias.
Afirmamos y rectificamos, si es necesario y sin que esto nos suponga ningún trauma, aunque en ocasiones suframos algunas decepciones. No debemos caer en la tentación de magnificar nuestros recuerdos ni idealizar nuestros objetivos .
Descubriremos cuando el mal no tenga remedio , como están siempre los amigos, las personas queridas y que no debemos mantener la curiosidad para estudiar sino para conocer e intentar saber lo que pasa y sus consecuencias, Nos interesa mantener nuestra calma y tranquilidad y no alimentar obsesiones sin sentido.
No cultivemos oportunidades desaprovechadas, sino que estrujemos cada momento de nuestros presentes. Afortunadamente no sabemos a qué nos enfrentamos por muy seguro que nos creamos estar, pero lo que es previsible que aunque pretendamos esconder la cabeza debajo del ala , dar la cara y encarar los errores es la mejor manera de solucionarlos.
Un día cualquiera , ya no estaremos y solo quedará de nosotros nuestro recuerdo en los demás . Así que ahora si tenemos que disculparnos, hagámoslo sin dudar .