Nuestras vidas están llenas de buenos y malos momentos. Tiempos de felicidad y amargura, gente que te admira y quiere y otras que te envidian y detestan .Ante unos y otros, siempre tenemos las oportunidades de aprender , de escondernos o plantar cara, de hablar o guardar silencio.
Entre idas y venidas, reímos y nos entristecemos, guardamos silencios o nos expresamos con toda nuestras fuerzas. Palabras e imágenes con las que describimos nuestros asombros y perplejidades , nuestras apariciones y desapariciones en el escenario de cada día.
A base de experiencias positivas y negativas , vamos cambiando para bien y para mal. Nos situamos dentro y fuera de la realidad, entre sueños y pesadillas, explosiones de satisfacciones y terrores, vamos encontrando la grandeza de la mínima expresión y la pequeñez de aquello que en apariencia parece enorme.
Lo fugaces que a veces son los buenos y malos ratos, y la mayor parte del tiempo nos encontramos, entre unos y otros viviendo situaciones irrepetibles, en las que hay gente que nos aportan mucho y otras que no nos dicen nada. La verdad está en lo que nosotros seamos capaces de protagonizar y construir para vivir una historia interesante.
No nos debemos quejar demasiado con el único objetivo de amargarles la vida a los demás o entrar en un trance de una risa incontrolable. A veces, los buenos ratos se nos hacen fugaces mientras que los malos los sufrimos como interminables , aunque objetivamente duren lo mucho.
Resulta insoportable lo políticamente correcto e interesante aquello que se sale de madre. Hay quienes utilizan cualquier objeto como instrumento de dominación, como por ejemplo los móviles. Ahora , a ratos buenos y malos somos controlados sobre lo que pensamos y lo que queremos.
Las redes sociales determinan nuestra actuación y se están convirtiendo en los amos del mundo y determinan nuestras conductas y comportamientos. Casi todo el día estamos dramatizando nuestra existencia , somos cómicos sin pretenderlo e inyectamos a nuestra vida, a ratos pesimismo y en otros optimismo.
Dejarnos dominar por las pasiones y las emociones es ignorar las razones, los argumentos y la dialéctica del pensamiento y el diálogo. No debemos como decía Einstein olvidarnos de jugar , ya que es “la forma más sublime de descubrir”.
Tampoco podemos dejarnos llevar por los rencores, odios y enfrentamientos para que el insulto y la descalificación sustituya a la palabra en el debate de las ideas. De los buenos a los malos ratos o viceversa vamos descubriendo la insignificancia de lo grandioso y la importancia de lo minúsculo.
Aceptamos o rechazamos que nos coloquen etiquetas y letreros y entre esencias y delicias, tomamos partido o permanecemos inmóviles , siendo voces y altavoces de quienes más lo necesitan o estando mudos e impasibles. Es necesario e indispensable que la gente se acostumbre a que se puede hablar desde la discrepancia, sin pelearnos.
Los buenos ratos hemos de estrujarlos para gozar de ellos , mientras que los malos hemos de procurar que pasen con rapidez : No es fácil trazar un plan de momentos magníficos en los que seamos capaces de evitar todos aquellos que nos resulten problemáticos y dolorosos.
Los proyectos de vida son distímicos, con buenos y malos ratos, con personas a las que queremos y otras a las que no les importamos lo más mínimo.