martes. 23.04.2024

A lo peor

Salvo algunos bichos raros y masoquistas, a la inmensa mayoría de los mortales nos gusta y aspiramos que nos ocurra lo mejor, y huimos que nos suceda lo peor. A veces las estadísticas no nos favorecen y explotamos contra las arbitrariedades o las decisiones autoritarias y nos ocurre lo indeseable, lo malo una y otra vez, como si estuviéramos conjurados con la mala suerte y todo lo desagradable nos sucediese a nosotros.

 Con tantas dificultades, hay ocasiones que nos desaniman y sentimos ganas de bajarnos del barco y no soportamos ataques injustos y mentiras como argumentaciones, que intenten acusarnos o colocarnos contra la pared por algo que no hemos hecho, o pensemos en diseñar nuestro futuro sin vivir el presente.

A lo peor dudamos de lo que ocurre, pero aún resulta más fatídico, que   nos molesten las críticas y queramos construirnos un mundo artificial, donde todo resulte idílico aunque sea irreal, en lo que deseamos desde la ficción de convertir nuestra pasión en arte.

 En demasiadas ocasiones nos encontramos con lo contrario de lo que quisiéramos, cuando en lugar de poder explotar una tierra verde y fértil, topamos con un erial desértico y estéril que no nos da nada, en vez de desarrollarnos y aprender en territorios digitales y desarrollado, nos encontramos con lugares atrasados y sin ningún avance tecnológico.  

Nos gustaría que lejos de discursos lejanos y demagógicos, la igualdad fuera una realidad y la brecha de género una leyenda del pasado desaparecida de la mano de la cohesión y la inclusión, de mujeres y hombres.

De la mano de un desarrollo ecológico y sostenible, acerquémonos más en igualdad de oportunidades y  recursos básicos, el mundo de lo urbano y lo rural, de manera que lo que hemos quedado en llamar la España vaciada  y sin población, se nos convierta en pueblos fantasmas y vacíos, sin gente y sin medios, que no  atraigan a nadie hacia ellos  y por supuesto no existan iniciativas, no por falta de talentos sino de gentes.

Lo peligroso es que no terminemos de  enterarnos que estamos en el siglo XXI y que necesitamos una transición energética justa e inclusiva., una apuesta por la educación y el conocimiento, la formación continuada y el desarrollo de nuestras capacidades.

Resulta increíble que algunos personajes públicos solo intentan tapar sus vergüenzas mintiendo una y otra vez, prometiendo lo que jamás han cumplido ni llevarán a cabo, y culpando a los demás de sus incompetencias como gestores. Estos sujetos tóxicos y miserables que utilizan el engaño y el insulto como armas políticas, no merecen ningún respeto y terminan cosechando el desprecio de la gente.

Es lamentable y penoso cuando los pactos a bombo y platillo esconden pastos y cobertura de necesidades individuales, o que sean instrumentalizados no como puentes de unión sino como medios de traicionar al teóricamente aliado, provocando conflictos y problemas con el solo ánimo de debilitar al socio.

Tenemos los especialistas de la nada, que disfrazan las cosas para cambiar sus contenidos, y maquillar de suficiencia sus complejos, camuflar los recortes de reformas y los abandonos de falsos afectos ,y convertir la inmensa mayoría de las relaciones en juegos de dominio y servidumbre.

A lo peor
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