viernes. 19.04.2024

Tengamos un verano en paz

 

La situación general es ya suficientemente complicada como echar más leña al fuego, y no hablo de política, pero casi que estamos en la misma situación de polarización, porque si los partidos se han preocupado muy mucho de dividirnos entre derechas e izquierdas, nosotros mismos nos estamos convirtiendo en nuestros peores enemigos mirando desde el balcón para juzgar severamente a quienes cumplen, y a quienes no, desde una perspectiva muy peculiar. Es decir, desde nuestra propia interpretación de lo que se puede y no se puede hacer, y todo ello sin habernos leído, en el 99% de los casos, el texto completo de los reales decretos que regulan la actual situación.

Para que se hagan una idea. Tengo una vecina a la que solo le falta llamar a la Policía, aunque intenta constantemente que lo hagamos los demás, porque hay un vecino que vive en Madrid todo el año y ha debido de bajarse a su casa de la playa a la primera de cambio. Mal hecho si, pero lejos de la desaprobación social y de que este año le van a negar hasta la sal cuando se quede sin ella, qué más se puede hacer en Fase 3 tres aquí y 2,5 allí.

Es obligatorio el uso de mascarillas, estamos todos de acuerdo y así lo dice la norma, pero en unos casos concretos y con una enorme lista de eximentes, con lo que es tan fácil como cambiarte de acera o separarte un par de metros de quien viene sin ella. Otra cosa muy distinta es entender que por estar en el uso de un derecho, por cojones, pretendamos que sea el otro quien cambie de acera, cuando puede que ese mismo individuo esté haciendo uso de otro principio tan fundamental e importante como nuestro derecho, y no es otro que el de su propia libertad.

Quizás esta sea la oportunidad para aprender a respetarnos un poco más y mejor, aprovechar para acotar eso en lo que estamos tan acostumbrados a meternos, como es la intimidad de los demás, e intentar comprender la libre elección del comportamiento dentro de la ley. Y aún con todo, es cierto que las mayorías tienen un arma mucho más importante que cualquier norma, porque de hecho es la fuente de todas ellas. Les hablo de la reprobación social, pero de la verdadera, de la unánime, y no la que protagonicen unos pocos y que creamos que son más de lo que realmente representan por montar caceroladas o ser muy visibles en redes sociales.

Respeto, paciencia y comprensión van a ser las bases de una reconstrucción complicada, en la que hay que conjuntar por una vez el interés de todos con el de uno propio, porque qué recuperación económica vamos a tener si no empezamos a abrir la mano a ser un poco como antes, no del todo porque el riesgo está ahí y es evidente, pero si ya hemos aprendido a pararlo, podemos enseñarnos a mantenerlo ahí y en unos límites aceptables.

Covid19 no es solo un virus, pues también se ha convertido un fenómeno que ha cambiado el mundo, que ha puesto fronteras donde creíamos que no las volveríamos a ver, y ha tirado por tierra mucho terreno ganado en solidaridad entre pueblos. Nos ha hecho egoístas, miedosos, terriblemente irascibles y en cierta medida vagos, porque parece que hay una buena parte de la población que no quiere ni volver a trabajar.

Pues esa es precisamente la parte que nos toca arreglar entre todos, y no depende de las medidas de un gobierno del Estado, autonómico o local, sino de nosotros mismos. Por todo ello pensemos en tener un verano en paz, porque si ahora ponemos en duda todo, no quiero ni pensar lo que sucederá cuando lleguemos a esa playa abarrotada de gente en la que todos querrán un espacio, a dos metros de los demás, y con preferencia para los aquí antes que para forasteros.

Una locura. Mejor me doy una ducha.

Tengamos un verano en paz
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