viernes. 29.03.2024

Responsabilidad de @Twitter, @Facebook e @Instagram ante el COViD19

No es un problema de coronavirus, desinformación o hastío por confinamiento, sino de monumental estupidez de una parte de la población cobarde, sin principios, auténticos hijos de mala madre, lo que venimos a llamar hijoputas. Y lo podemos hacer sin miedo a que se puedan querellar contra nadie o sentirse ofendidos porque, sencillamente, no existen. Son los mentirosos oficiales de las redes sociales, los calienta bocas que en la mayor parte de los casos trabajan al dictado de un tercero y muchos de ellos para partido político o cargo público, como hace relativamente poco quedó demostrado con el cierre de cientos de cuentas fraudulentas.

Hablo de esos que durante estos días se dedican a contar bulos, lanzar mensajes que no tienen más objeto que generar alarma, y lo que más me pone de todo esto es la cantidad de supuestos médicos y presuntos policías que salen repentinamente pidiendo que les des un like o un retuit. Pero vamos, que también hay que ser muy chorras para darle coba a un tipo que se pone un pseudónimo como nombre y una caricatura como imagen. Alguien que no es capaz de poner su cara, su identidad, para generar una interacción directa y veraz no puede contar con tu colaboración. Y por encima de todo, como usuario de redes no puedes amparar a alguien que no sea capaz de asumir la responsabilidad de todo aquello que dice o escribe.

Está claro que si tenemos a la Policía en la calle para que esto no se convierta en el valhalla de los cacos no puedes pedirles que, además, se pongan a perseguir por Facebook, Twitter o cualquier otra red social a esos terroristas de la información, propagadores de bulos que sin escrúpulo alguno tratan de minar cualquier medida pública, generar miedo en la población y alarmas por el estilo. Pero es aquí donde los propios operadores de estas redes sociales tienen que dar un paso adelante, y obligar a los usuarios a que los perfiles respondan a una identidad verdadera.

La otra parte de la responsabilidad es de los propios usuarios, que tenemos la obligación de no dar espacio a ningún mensaje, por mucho que critique al político que más odiemos, si el perfil emisor huele a cobarde oculto tras un pseudónimo difícilmente rastreable.

El COVID19 tiene que servir para muchas cosas, como aprender de emergencias sanitarias, de solidaridad y hasta de convivencia, pero también para ayudarnos a poner orden en un modo de comunicación que no puede configurarse como un patio de ordinarios cotillas, donde cobardes que tiren la piedra y escondan la mano encuentren su particular paraíso de la impunidad.

Recordemos que en este país se ha condenado a personas por un tuit y que otros se han sentado ante el juez, pero precisamente porque duros, críticos y hasta desagradables, dieron la cara y asumieron sus particulares consecuencias.

 

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