sábado. 20.04.2024

No al Estado de Alarma

 

Yo voto no al Estado de Alarma. No digo que no sea necesario, pero no puede ser el centro del debate político, así que soy de los que opinan que habría que desmontar desde hoy la medida excepcional, que las comunidades autónomas asuman su propia responsabilidad sobre el sistema sanitario, sobre todo, y que tengan que pedirle al Gobierno medidas especiales de limitación de movimiento cuando lo estimen oportuno. Y, además, vería estupendo que las primeras reivindicaciones viniesen desde Cataluña y País Vasco pidiendo el confinamiento autonómico, que aprovechen a poner frontera con la excusa del Coronavirus, porque así aprenderíamos de una vez por todas el porqué hay cosas, cuestiones, que en política no pueden convertirse en caramelos para abrir debates insulsos o para montar caceroladas a las nueve de la noche. Que por otro lado han venido genial porque ahora sabemos quiénes son los ultras. Y muy poquitos por cierto.

España tiene en estos momentos, por encima de la crisis sanitaria otra aún mayor de comunicación. Tenemos la imperiosa necesidad de reaprender a escuchar y entender, valorar las cosas antes de lanzarnos a debatir como si esto fuese un partido de fútbol en el que no importa si te acuerdas de la familia del árbitro. Y como todo vale, pues lo mejor es jugar la carta de dar dos tazas y media de libertad, que sea la propia responsabilidad de la gente de la calle la que marque el siguiente paso.

Me apuesto la primera cerveza que tome a que esos de los pucheros en las ventanas son los primeros que colapsan las centralitas de las comisarías de Policía por la aglomeración de gente, los primeros en fotografiar a personas que caminan sin guardar la distancia o convierten en pecado entrar a un establecimiento sin mascarilla. Que hay que entender que las de papel son de un solo uso, porque los hay que las llevan tan rebosantes de mierda que dan más miedo con ella puesta que si fuesen a pelo.

Me encanta la España cañí, la que se pone chula de primer impulso y luego echa a correr en cuando se atisba la primera polvareda de la posible ofensiva. Somos así y no hay forma de remediarlo, y me da pena que personas como Rafa Nadal digan públicamente que es el momento de proteger más que nunca el estado del bienestar, porque seguro que ya estarán tildándole de rojo en las redes sociales.

Libertad, apertura y nada de estado de alarma. Dejemos que la gente se alarme sola y luego ya, si acaso, que actúen otra vez los de arriba. Si somos los únicos pedazos de animales capaces de tropezar dos y tres veces con la misma piedra, quién se cree este Pedro Sánchez que es, como para intentar proteger a un país en el que le vota menos del 30% de la población.

Vamos, ni que fuese el presidente del gobierno de un país que acaba de pasar su mayor crisis sanitaria de la historia.

Viva la libertad, los paseos en pandilla y los botellones. Y ya puestos, amnistía para todos los multados por saltarse el confinamiento.

Y ya puestos ¡Viva el vino!, que diría Rajoy.

No al Estado de Alarma
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