viernes. 29.03.2024

Bulos de destrucción masiva

Esperanza Pérez Felices, alcaldesa de Níjar
Esperanza Pérez Felices

Algunos y de manera intencionada están haciendo correr el bulo de que los ayuntamientos empiezan a gestionar supuestas ayudas sociales, la renta vital de la que se habla desde hace tiempo, y le ha contado a la población inmigrante sin techo, sin trabajo y sin nada a lo que acogerse, que esos subsidios se pueden recibir por el mero hecho de estar en el país. Obviamente estas cosas no se cuentan en cualquier lugar, sino en las comarcas que hay una especial presión de inmigración que, además, suele estar relacionada con grandes áreas de cultivo, como ocurre en la provincia de Almería.

Y por si alguien aún tiene dudas o se ha tragado el engaño por ingenuidad, ceguera o dejarse llevar lo podemos aclarar en dos palabras: Es mentira.

Yo, por ejemplo, tengo uno de esos mensajes distribuidos en grupos de whatssap, que ya he puesto en conocimiento de las autoridades correspondientes, en el que no hay cara ni nombre de persona emisora tan sólo aparece una bandera de España con un lazo negro. Vamos lo que viene ser arrastrar la bandera en vez de llevarla a lo más alto. 

Esta maniobra que para algunos puede ser entendida como una brillante estrategia con el fin de generar aglomeraciones en las puertas de los ayuntamientos, y llamar a la movilización general para evitar el supuesto saqueo del estado del bienestar, no es la primera que vemos, porque ya hemos pasado entre otras por las oleadas de peticiones de viviendas a los ayuntamientos promovidas desde elementos de la ultraderecha para luego difundir el bulo de que “están dando casas a los inmigrantes”.

Ahora bien, vamos por partes que el asunto tiene miga.

Esas imágenes de aglomeraciones de inmigrantes en las puertas de los ayuntamientos pidiendo auxilio, no son obviamente nuestro mejor folleto de promoción de Almería como una zona de destino turístico para este verano, sobre todo si lo que se busca es un lugar tranquilo, ajeno a cualquier resto de lo queda de pandemia y cosas por el estilo.

Obviamente, después de un año en el que se han hecho correr mil bulos en el terreno agrícola sobre maltrato sistemático de los inmigrantes, semiesclavitud, chabolismo y todas esas cosas que hemos desmentido o puesto en sus justos términos a lo largo del año, nuestros competidores de los países del norte se tienen que estar poniendo las botas. Vamos que no les hace falta ni contratar estrategas porque ya tenemos suficientes insensatos por aquí que les hacen el trabajo sucio sin tener que gastar un euro.

Si a un alemán que sale de hacer la compra en un Lidl le pones el vídeo del camionero holandés que le grita a su presidente del gobierno aquello de “¡a los españoles ni un euro!”, le sumas las fotos o vídeos de las colas de inmigrantes que se difunden en el bulo y lo aderezas con las imágenes de señores en una manifestación con la bandera española al cuello, y aporreando una bandeja con una cuchara de plata, está claro que se pasan del tomate de España al cabrito del Benelux sin pensárselo dos veces. Vamos, lo que viene a ser el efecto de un bulo de destrucción masiva en el que la víctima no es un hombre de color en un pueblo de Almería, sino España como país y emisora de jóvenes emigrantes que buscan aprender idiomas, tener una primera experiencia laboral en una empresa que valore su carrera aún no contando con experiencia previa, y esas cosas que aquí no encuentran.

Y es ahí donde está el problema, en la falta de reflexión, en no pensar las cosas dos veces antes de creernos cualquier historia y, sobre todo, antes de difundirla. Mientras unos creen que están haciendo una gracia o luchando contra el Gobierno de cara a la galería, lo que realmente están haciendo es echarnos tierra encima, pero por toneladas.

Y luego, si quieren, otro día, hablamos de la variable del honor que hay en engañar a personas que no tienen nada, que no hablan tu idioma, que huyeron de sus países porque sencillamente tenían hambre y cruzaron desiertos endeudados hasta las cejas con mafias buscando no un subsidio, sino dignidad. Pero de eso ya hablamos en otro momento, cuando volvamos a disparar las alarmas porque hay que recoger cosechas y no encontramos mano de obra que quiera ese trabajo, en esas condiciones y a ese precio. 

Eso ya, lo hablamos otro día.

Esperanza Pérez Felices, alcaldesa de Níjar 

Bulos de destrucción masiva
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