jueves. 28.03.2024

Os lo digo desde fuera

Loly Cruz, periodista

Hace algo más de un año que los descubrí, se los echaba a esos bailes de mayores abrazados y del brazo. Me refiero a los pasodobles.  

Palabras y mensajes camufladas al son de unas guitarras. Un juego de voces entrelazadas y de vez en cuando unas pitadas, hacen de los pasodobles de Carnaval una pasada. Días que da igual lo que digas, total, es sintonía. Todo está permitido. Hablamos del personaje Puigdemont y nos hace gracia. Si tocamos al son del perdón, también nos acelera el corazón y ya ni que decir cuando suenan con comparsas de amor, recelo o desamor, parece que nos hablan. 

Típicos y famosos son los de Cádiz, ahora entiendo a la Pastori cantándole a su tierra. Un estilo de vida es el que le dan los carnavales. Durante días se olvidan de rencores, de tristezas o de melancolías. Cuando suenan los tambores, ahí se cuece la risa y la alegría, bueno, en esta tierra casi los 365 días.

A decir verdad, nunca me picó la curiosidad. Y ahora, los sigo y además, con ánimo de escuchar. Es actualidad e ironía unida. Pero desde el ojo crítico hay algo más. 

Este año, como decía, los sigo con más atención. Es de resaltar, el arte de reírte y de denunciar con la voz, hoy de esto poco se conoce. El otro día, cuando me metí a chismorrear en el mundo virtual que todo lo sabe, me sorprendió ver a una comparsa de vecinas. Mujeres cantando al son del carnaval y además, con una letra muy merecida. Tocaban por La Manada, aquellos impresentables daban la talla para un pasodoble. Un ojo crítico decidió que era el momento, curiosamente dentro del grupo del lamento, pues eran las voces de las vecinas.

La tradición, de nuevo tiene su lugar. Son gran mayoría los grupos de hombres los que cantan al son del carnaval. Al parecer y como punto de partida, las féminas no tienen buena sintonía. Lo digo desde fuera, pues no pertenezco a esta tierra. Pero considero que habría que cambiar.

Si de algo se sabe es que las tradiciones se visten de masculinidad, como casi siempre. Las hay donde las mujeres son las protagonistas, la mayoría en un lugar poco realista. En aquel pueblo, donde se recupera la tradición de subastas de mujeres, ellas son el punto de partida. En las matanzas, son las que cocinan y en los bailes, las elegidas. En este caso y desde fuera, las comparsas femeninas son el punto de salida, pues son la gran minoría y si aparecen, lejos de hacer un buen pasodoble, tan solo suenan bien.

“La inoportuna” recibe el nombre de una de las comparsas. Efectivamente, inoportuno para muchos es meterte a torear, mujer. “La niña del viento” que bajo el huracán se atreve a cruzar o “La cara oculta de la luna” son algunas de las pocas comparsas que lejos de ocultarse han salido con el sol del carnaval. Tierra bella donde las haya, pero con más luz brillará el día que lejos de querer ayudar, los protagonistas del cantar hagan hueco a la otra mitad.

Como viene siendo habitual… las tradiciones, siempre, a mandar. Pero señores, que os lo digo desde fuera, pero las mujeres también pueden hacer parpadear al ritmo de carnaval.

 

 

Os lo digo desde fuera
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