jueves. 28.03.2024

No es meterse en su vida, es salvársela

Esperanza Pérez Felices, alcaldesa de Níjar

Todas las administraciones, incluidos los ayuntamientos, intentamos poner los recursos que somos capaces de generar para fomentar ese movimiento social que nos permita erradicar la violencia contra las mujeres. Pero no es suficiente. Durante años y años hemos desarrollado campañas, foros, encuentros en los que compartir experiencias y conocimiento para mejorar la atención a las víctimas, la prevención de las agresiones y, sobre todo, hemos trabajado en concienciar a nuestros jóvenes para ser más efectivos en esa tarea de acabar con el machismo que, en su expresión más retorcida, se lleva la vida de personas. Pero siempre nos quedamos cortos a tenor de las cifras que año tras año se dan de víctimas mortales, y las que no conocemos, sobre las agresiones que en distintos ámbitos sufren muchas, muchísimas mujeres.

Este año se nos hace un llamamiento específico para que pasemos a la acción, para que todos seamos conscientes de que no se trata de un problema de género, sino de la sociedad en general, porque una sociedad en la que la violencia es una forma de expresión no es una buena sociedad.

Ahora nos toca a todos dar un paso al frente, pasar a la acción y ayudar a las víctimas a denunciar, a protegerlas e incluso hacer por ellas ese trabajo inicial tan duro como es poner los hechos en conocimiento de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o de los centros específicos de atención para la violencia, tanto si somos testigos como si simplemente somos conscientes de que el miedo, el terror que sienten las víctimas, les hace incapaces de dar ese paso. Hacerlo no es meterse en la vida de nadie, sino posiblemente salvar la vida a ese alguien.

Y en este punto quiero hacer una llamada especial a la conciencia de todos. Una víctima es al mismo tiempo hija de unos padres, tiene hermanos, primos e íntimos amigos. Posiblemente sea madre de hijos, por lo que los efectos de su pesar se multiplican exponencialmente. Ahora imaginemos que cualquiera de nosotros somos parte de ese círculo, que es nuestra hija, hermana, amiga o vecina quien sufre esa tortura que es la violencia contra la mujer. Y por encima de todo no olvidemos que ella siempre recibe una doble agresión, la física y la de la estigmatización que aún no hemos conseguido erradicar.

Y a ese supuesto apelo, a él debemos agarrarnos para que sintamos este problema tan cerca como realmente está, porque no es una cosa que sólo le sucede a esa o a la otra, sino que en cualquier momento nos puede tocar de lleno si no somos capaces de generar esas barreras, esas normas sociales que de una forma tajante y sin ambigüedades señalen al agresor como persona que, independientemente de lo que diga la justicia, será rechazada y repudiada por todas y también todos.

Toca pasar a la acción, y sólo en el momento que una persona sea consciente de que levantar la mano a una mujer le convierte en proscrito social, podremos empezar a erradicar ese comportamiento de nuestra comunidad hasta que lleguemos a ese punto en el que todos esos jóvenes que vienen detrás tengan claro que la violencia contra las mujeres es algo que sencillamente no existe y nunca debió existir.

 

No es meterse en su vida, es salvársela
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