jueves. 25.04.2024

Menos intoxicación y más trabajo

Esperanza Pérez Felices, alcaldesa de Níjar

Níjar ha sacado adelante por primera vez en muchos años su presupuesto municipal de tal manera que estará operativo desde los primeros días de enero. Es algo que parece normal, pero cuando tienes que arrastrar una deuda que casi iguala todo lo que eres capaz de recaudar, los números no siempre dibujan la realidad que una quiere. Y aunque el papel lo soporta todo, la coherencia, el deber para con tu pueblo y la sensatez de saber que no sólo se trata de tu trabajo, sino de la gente para la que lo haces, los números obligan a ímprobos esfuerzos para salir de lo que prácticamente era una quiebra técnica y real. Con los números que Níjar saca adelante este ejercicio 2019 pasaremos de haber heredado un situación de menos 23 millones en las arcas municipales, a sólo menos seis, pudiendo incluso invertir cuatro en actuaciones urgentes que no pueden esperar más. Caminos rurales, que son tan necesarios en nuestra comarca como la misma agua con la que gota a gota se riegan las miles de hectáreas de invernaderos que configuran nuestro corazón económico. Un carril bici que una las localidades de Campohermoso y San Isidro. Mejores medios para aumentar la sensación de seguridad ciudadana tanto desde la perspectiva de un cuartel mejor dotado para la Guardia Civil, como por la certeza de contar con un servicio de bomberos que sepa que todos los años va recibir su correspondiente aportación presupuestaria. El refuerzo técnico de la Policía Local, arreglos en colegios o mejoras en las vías y calles públicas, inversión en materias sociales son algunos de esos elementos que conforman la parte visible de lo que el ciudadano percibe en su municipio.

El hecho de haber conseguido llevar la deuda pública a mínimos aceptables es, sencillamente, un enorme logro que implica un esfuerzo sobrehumano por parte de todos. Pero al mismo tiempo conlleva un capítulo de tristeza, porque el hecho de pagar 17 millones de euros entre deuda e intereses por una mala y desmesurada gestión anterior de los recursos económicos que son patrimonio de los nijareños, implica que esos mismos millones no han podido invertirse en lo que nos importa. Caminos, calles, mejoras en los colegios, mas opciones para nuestros jóvenes en sus actividades lúdicas y sociales que ayuden a reforzar los buenos valores en aquellos que construyen nuestro futuro. Todo eso ha tenido que esperar, por culpables con nombre y apellidos a los que ahora, en la oposición, sólo les queda la mentira y la intoxicación como único argumento para criticar una gestión responsable. 

No es un trabajo fácil, pero cuando el resultado se asemeja a lo conseguido este año en Níjar, si que tiene como contrapartida la satisfacción de saber que empezamos a construir un legado limpio para esas generaciones, un futuro inmediato en el que sí que podremos invertir en todo eso que importa, además de hacer posible una bajada de impuestos aprobada en octubre de 2018, y que los nijareños verán reflejada en los recibos del IBI de 2019 tanto en la variante urbana como en la rústica.

En Níjar no nos podemos permitir a aquellos que tratan de tapar la vergüenza de su mala gestión intoxicando a un pueblo que, como todos, es fácilmente impresionable cuando se tratan temas tan sensibles como, por ejemplo, afirmaciones totalmente falsas que atacan directamente al desprestigio de nuestra tierra, de subidas de impuestos o de aumentos de deuda. Política y populismo no es lo mismo, porque desde la política se construye y desde el populismo se destruye. 

Hemos de ser conscientes que desde el populismo se dan armas para que la mentira, el desprestigio y el engaño, algunos intenten ganarnos parte de nuestro futuro poniendo barreras a nuestro presente.

Cada vez que en una red social, en un medio comunicación o en el boca a boca de una conversación alguien utiliza como arma la mentira, el desprestigio de esta tierra y el engaño, sin más argumento que captar la atención de la audiencia, está generando una honda en un estanque que una vez en marcha es muy complicado parar. Cada leño que se echa a ese fuego genera reacciones, por ejemplo, entre quienes diariamente quieren comprar más baratos los productos que aquí producimos con la intención, precisamente, de vender cada año con mayor valor añadido y menos coste posible. Y esa supuesta inestabilidad que algunos intentan vender es la principal arma de aquellos que tratan de rebajar nuestras pretensiones.

Sirvan como ejemplo esos problemas que invernaderos, almacenes o cualquier otro eslabón de la cadena tienen en sus mercados de destino por lo que los neopatriotas de última hora intentan vender como supuesta realidad de una zona productiva como Níjar. Y ese tejido productivo estornuda, la comarca entera se resfría. Si ellos no venden cada vez a mejor precio porque desde aquí se empeora cada vez más la imagen del territorio de origen de esos productos, estamos condenados a recaudar cada vez menos y con ello a limitar nuestras posibilidades de inversión. Es así de de triste y así de sencillo. 

Y por cosas tan sencillas como esas debemos entender que patriotismo no es ponerse una bandera como capa en una manifestación o lucirla en un balcón, si luego utilizas cualquier altavoz para desprestigiar la tierra que pisas, el entorno que te da de comer. Patriotismo no es jugar contra los intereses económicos de tus vecinos, de las personas que cada mañana se levantan con el alba a la espera de que los precios que marquen los mercados internacionales de las frutas y hortalizas les dejen margen para cubrir costes y, si es posible, aplicar mejoras en la próxima campaña.

Patriotismo sería, por ejemplo, luchar todos a una para que administraciones como la Diputación Provincial de Almería cumpla de una vez con las obras que tiene anunciadas en prensa, pero de las que poco se sabe a pie de calle.

Menos intoxicación y más trabajo
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