viernes. 19.04.2024

Bajo nuestro ego existe una vida que palpita

María José Navarro

Las Iglesias enseñan que la fe por sí sola es suficiente, pero esto no es así, y la prue­ba está ante nosotros. Preguntémonos: ¿Han mejorado este mundo las incontables misas celebradas durante siglos?, ¿De qué han servido los muchos santos a los que los fieles rezan?, ¿Está la gente más sana? ¿Está sana la Madre Tierra? ¿Es pacífico el ser humano? 

Si se considera el sufrimiento en este mundo, las innume­rables misas y las muchas oraciones de los creyentes han servido de poco o de nada. De hecho Jesús de Nazaret no fundó ninguna iglesia, tampoco habló de misas repetitivas cargadas de rituales y liturgia pero sin contenido interno.

Lo que Jesús dijo en aquel entonces lo ha estado ma­nifestando nuevamente en la actualidad, desde hace más de 40 años a través de la palabra profética dada por Gabriele de Würzburg. El siguiente párrafo lo ilustra: «Siendo Jesús enseñé a las personas que fueran a un aposento tranquilo en el que pudieran estar a solas con Dios, su Padre eterno. Este lugar tranquilo en la actualidad es más necesario que nunca, pues este mundo se ha vuelto cada vez más ruidoso agitado y brutal. También la naturaleza ofrece sosiego e interiorización a las personas que quieren dirigirse al interior, al Espíritu Cristo que Soy Yo en el Padre. Quien se esfuerza por llegar a Dios y estar a solas con El y con Su creación experimenta en la naturaleza, lejos del barullo y del estrépito ruidoso del ego humano, la vida que palpita, El Espíritu del infinito.»

Bajo nuestro ego existe una vida que palpita
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