martes. 23.04.2024

Javier A. Salvador, teleprensa.com

Almería huele mal. En cualquier cruce de calles te puede abofetear un tufo a alcantarilla que sencillamente es insoportable. Si pasas por la parte baja de la rambla, si paras en ese parque de la ballena en el que se supone que debía lucir un geiser que nunca funcionó más de tres días seguidos, el olor ya es nauseabundo. Hay calles en las que las aceras son más pequeñas que el propio poste de Telefónica o el pie de la farola. Si sales del centro te encuentras con barrios descuidados, los terrenos de la eterna promesa, esos en los que siempre se dice que harán cosas, pero a los que sólo se acude cada cuatro años. Llegan, le hacen el favor de turno al cabecilla, al predicador del entorno, para conseguir los votos de su congregación y prometerle un par de puestos de trabajo, por ejemplo, en el servicio de limpieza. Esa es la Almería que tenemos, pero sin duda no es ni mucho menos la que merecemos, porque la capital es mucho más que las cuatro calles del centro constantemente “requeteasfaltadas”, ajardinadas y embellecidas hasta rozar un neobarroquismo a lo hortera, muy complicado de encontrar en muchísimos kilómetros a la redonda.

En los últimos años he tenido la oportunidad de conocer el cambio que han tenido pequeñas y grandes poblaciones gobernadas por mujeres. Níjar, Garrucha o Cantoria, entre otros pueblos, y en todos ellos la sensación es siempre la misma. Hay unas formas más amables, especial cuidado en los detalles sin dejar de atender las urgencias u objetivos racionales de cualquier ayuntamiento. Pero además existe un modelo de justicia social mucho más equitativa que estoy convencido de que tiene que ver con el género, con la condición de mujer, porque tienen una capacidad muy superior a la nuestra, los hombres, de encontrar soluciones sin tener que dejar cadáveres por el camino.

Almería capital necesita mano de mujer, sea del partido que sea, aunque la realidad es que sólo determinadas formaciones han tenido la valentía de aceptar que ellas pueden ser mejor candidatas. Parece que sólo a la izquierda del arco político se ha dado ese paso real hacia la igualdad sin prejuicios, la real, en la que una mujer puede atraer tanto o más voto que un hombre.

La ecuación de estas elecciones puede ser muy sencilla, llevarla si se quiere al extremo de lo absurdo, pero ahora toca mano de mujer. Deben ser ellas las que den la cara, dirijan y tengan la oportunidad de demostrar que Almería puede crecer, cambiar, mejorar después de tanto tiempo con los pantalones puestos.

Si el problema son las siglas, los partidos, yo invito a mirar dentro de casa, a ver los comportamientos en los entornos más cercanos y tomar en consideración a quién dejaríamos la responsabilidad de algo importante, de eso que necesita orden, capacidad de comprensión, humanidad y equidad. Si descubres que la opción sería tu mujer o tu hija, vota por sexo, elige a una mujer de la candidatura que más rabia te de y confía cuatro años en ella, que para equivocarnos siempre hay tiempo. 

De hecho, llevamos muchos años de equivocaciones por aceptar, sin más, lo que las siglas de tu partido habitual te ofrece como candidato.

 

Almería necesita mano de mujer
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