viernes. 29.03.2024

Un extraño miedo

Juan Antonio Palacios Escobar
Juan Antonio Palacios Escobar

 

Dicen los expertos que el miedo es un problema cuando se lo tienes a los tuyos propios. En los tiempos que corren es tal vez la emoción humana  más popular, sobre todo desde que las redes sociales se convirtieron en nuestro principal medio de comunicación.

Les voy a contar una historia que tal vez soñé, cuando me disponía a escribir este artículo y el cansancio me hizo dar un cabezazo sentado en el sillón de mí despacho. Estaba perdido pensando en que continuamente nos andan diciendo que no debemos tener miedo.

¿Qué pasaría si viviéramos sin miedo? Creo que sin miedo viviríamos de una forma tan temeraria que pondríamos en peligro  nuestras vidas y moriríamos a los pocos días de no tener miedo. Por lo tanto, lo necesitamos para garantizar nuestra supervivencia.

En aquellos momentos de aquella tarde de verano, entre la vigilia y el sueño, sentí un extraño miedo. Quería salir corriendo, quería llorar, sentía unas ganas inmensas de pegar un grito que retumbara en todas las paredes de nuestra casa, pero no hice nada. Me quedé quieto, sentado en mi butacón y pensando sobre que podría escribir.

Quería no estar ahí, porque aquella situación me había cogido desprevenido. Sentí un calor bochornoso y como un autómata me levanté a encender el aire acondicionado esperando que refrescara un poquito mi despacho. Pero no refrescó mi corazón.

De pronto sentí como un taladro penetrar en mi pecho, y mi mente daba vueltas, tratando de descifrar  que cosas hice mal, que me estaba ocurriendo y por qué. En aquellos momentos llenos de dolor podía beberme una pastilla o fumarme un churro y eso que hacía años que había dejado el tabaco. Me concentré  fuerte en lo que estaba sintiendo y cómo en un segundo plano oía una voz muy lejana diciendo ¡Tranquilo, todavía no es tu momento!

Por unos instantes recordé toda mi vida como en una ráfaga. Me sentía orgulloso de muchas de las cosas que había podido hacer, pero mi rostro estaba bañado de lágrimas de aquellas que por diferentes razones no pude llevar a cabo.

Aquella voz que me había acompañado como en un segundo plano, dejó de sonar, se hizo un silencio, con suavidad y con un ligero desperezar, volví a estar despierto. La vida seguía igual, recuperé las reflexiones en la que andaba perdido con el miedo, y llegué  a la conclusión que no existen emociones, positivas ni negativas.

El miedo es una emoción tan importante que no podríamos vivir sin ella. Nuestra felicidad y bienestar depende de las decisiones que tomamos en nuestras vidas y de cómo interpretamos lo que ocurre. Somos nosotros los responsables de estar bien, y hacer de nuestra existencia una experiencia fascinante o una sucesión de fracasos sin aparente solución.

Lo cierto es que me hallaba al igual que cuando al principio de aquella tarde estival había caído en los brazos de Morfeo, y me había envuelto en aquel relato. Lo más trágico de la situación es que debía entregar un artículo aquella misma tarde y no había escrito ni una sola palabra.

Tal vez, algunos se piensen que los articulistas y escritores, tenemos encerrado en nuestros bolsillos un duende imaginativo o una musa inspirativa. No sé si alguno de mis compañeros o compañeras tendrán esta gran suerte. No es mi caso. Al principio y al final son horas de trabajo.

Eso sí en casos similares, a mí me suele dar resultado, contar lo que me ha ocurrido, aunque haya siempre algún descreído que lo ponga en duda, pero mejor así, le da más emoción.

                                              

Un extraño miedo
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