martes. 23.04.2024

Quitarles la careta

Hay personajes que son embusteros por vocación y mentirosos por necesidad. Cuando estos sujetos se dedican a la política, se hacen más evidentes, porque toda su trama ocurre frente al público, y cuando ensayan ante el espejo, se van colocando una careta hasta que endurecen su rostro y lo derivan en “caradura”, seguro que algún que otro listillo dirá lo ha escrito junto, se puede escribir de las dos formas. ¡No sufrid!

 Bajo unas aparentes formas “correctas “practican la sinvergonzonería, el descaro y la desfachatez, en un ejercicio de intentar tomarles el pelo a los demás y someterlos a un vendaval de promesas que jamás se cumplen. Los podemos encontrar desde Presidentes del País más poderoso del mundo hasta alcaldes del pueblo más humilde.

Entre lo frágil y lo insuficiente, pretenden que nos perdamos en retóricas inútiles y rituales burocráticos, haciéndonos caminar el sendero del agotamiento que no nos conduce a ninguna parte. Sus huellas allá por donde pasan son el vacío y la mala gestión, por lo que siempre serán recordados por la ruina que dejaron, a pesar que no hicieron nada.

Un día el pueblo en el colmo de hartazgo, se cansa y les da la espalda, los fanáticos se irritan y cambian de amo, y la luz sobre la oscuridad deja al descubierto un tiempo que perdimos pero pagamos todos. El voto les quitó la careta  pero quedaban los restos de las soberbias y sus estupideces.

Ante una decisión difícil, jamás solicitan asesoramiento o se toman unos momentos para la reflexión. Piensan que preguntar, lejos de ser una fortaleza de gentes seguras de sí mismas es una debilidad, de los que no saben qué hacer  y terminan anclándose en lo que no puede ser, por mucho que se empeñen y es que muestren unas gotitas de inteligencia en sus quehaceres.

En su falsedad y con sus caretas ocultan sus petulancias bajo falsas amabilidades. Se enfadan cuando el mundo se mueve  y las gentes no reaccionan como ellos esperaban, y responden de forma deplorable, por mucho que intenten simular. Se quejan de todo y de todos aquellos que osen contradecirles pero lejos de arrepentirse, vuelven a repetir la jugada, cuando tienen ocasión y cuando no, en una torpeza entre lo increíble y lo insufrible.

Aunque se empeñen en lo contrario, avanzan hacia atrás y retroceden hacia adelante. No logran comprender por muchas veces que se lo expliquemos que en la vida todos somos aprendices y por tanto perdedores, por lo que en toda su carrera van augurando su  final abusando de exageraciones y no encontrando las moderaciones por mucho que se dediquen a buscarlas.

 A cal y canto, se quedan más en los olvidos que en las memorias de los demás, se les echa más de más que de menos, con unos principios irritantes y unos finales desesperantes, vivos aprovechados y muertos sin esperanza de resucitar. Cuando analizan los hechos, de lo positivo, todo el mérito es suyo, mientras que de lo negativo la culpa es de los otros.

Carecen de modestia y humildad, y se especializan en poner retos a los demás, que ellos son incapaces de cumplir ni tampoco  tienen la generosidad de prestar ayuda a quien los necesita y se escudan un egoísmo sin límites.

Desperdician oportunidades y paralizados en lo insignificante, olvidan lo importante y a pesar de su fanfarronería, actúan bajo miedos y prejuicios que invalidan cualquier solución, que necesite el concurso de todos  y no el endiosamiento de su yo sin remedio.

Quitarles la careta
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