viernes. 19.04.2024

Javier Salvador, teleprensa.com

Bravo! Genial! Con dos cojones!

Vale, ya hay sentencia, están condenados y los más listos siguen huidos de la justicia ¿Y ahora qué?

Cuando ha salido el fallo del juicio del “Procés”, después de escuchar un buen rato de sandeces, me he metido en mi cuenta de Cajamar y he descubierto que todo sigue igual. Aún habiendo sido condenados unos tipos que no conozco de nada y que pese a ello comparten la hora de comer en casa desde hace años, porque no hay día que el informativo no vomite un nuevo episodio, sigo igual de pobre. Me deben los mismos el mismo dinero, la fecha de pago del IVA sigue siendo la misma y todos los recibos que me tenían que llegar me han llegado. Ni un solo indulto. 

Lo digo porque parecía que nos iba a cambiar la vida esta sentencia, y hasta llegué a creer que por arte de magia los tonos de los teléfonos cambiarían automáticamente y sonaría el himno de España, ese de la letra “lala, lala, lalalalá”. Pero no.

Somos igual de ricos o pobres que ayer, pero quizás un poco más infelices.

Infelices porque puede que ahora empecemos a darnos cuenta de que llevamos años alimentando el ego de unos señores que, sencillamente, nos han utilizado para tener ellos mismos una excusa con la que llamarnos a las urnas. Hasta cuatro veces en cuatro años. Y lo peor de todo es que cuando vemos imágenes en televisión de estudiantes en las calles, otros en las plazas, estaciones de trenes y cosas así, puede que nos crucemos con la imagen de un sobrino, un amigo, un familiar. No hace falta vivir en Cataluña para tener a alguien allí y entender, que más que ganar la unidad de España, hoy se ha roto un poco más porque la política ha utilizado al poder judicial para soltarle un marrón que, de vuelta, ya no tiene más recorrido que la reconciliación o un verdadero baño de sangre en las calles.

Se han hecho y dicho tantas estupideces, de uno y otro bando, que al final unos se han creído que tenían una república y los otros que España se rompía por Barcelona, y que más o menos debía suponer que el Mediterráneo se colaba por allí y nos ahogaría a todos.

Pues no.

Torra sigue siendo presidente de la Generalitat y Pedro Sánchez sigue en funciones y en campaña. Casado, Rivera y el del caballo se frotan las manos porque siguen teniendo donde agarrarse para llamar a la sublevación en defensa del supuesto espíritu nacional, y así aumentar un par de grados la catalanofobia.

Ya vale.

Debemos ser nosotros, los de la calle, los verdaderos estadistas de barra de bar con café cortado delante, los que pongamos fin al conflicto no diciendo eso de “hasta aquí hemos llegado”, sino un “que os jodan”, porque sólo mientras nos dejemos usar seguirá el conflicto catalán.

Y así las cosas, aquí van mis principales consejos. Si tienes un amigo o familiar catalán llámale, preocúpate por él, dile que lo sientes, que no es lo que hubieses querido. Lo más normal es que te pregunte ¿de qué carajo le hablas?, pero bueno sigue el rollo en paralelo al clima descrito por los medios de comunicación.

Paso número dos. Apaga la tele, la radio o pasa de largo cualquier página de periódico que contenga información de los principales protagonistas de la historia. Hasta que no vean que literalmente pasamos de ellos, que ya no entran en nuestras vidas, seguirán jugando con tus emociones para engordar sus egos.

Medida número tres. Cierra la puerta a todo aquel que te venga a vender un cambio de línea de móvil a las dos de la tarde, perdón esta se me ha escapado. Quería decir que no dejes pasar a nadie a tu mente si no viene como una idea de paz, de reconciliación a lo Gandhi o alguien por el estilo. Es decir, no con poca ropa, sino que su media sea como para proponerle para el premio nobel de la paz. Si es así todo genial, ese es el que vale. Si sus actos son más tendentes a ponerse una medalla al ardor guerrero, directamente le recomiendas mitad de estelada, con tercio de enseña nacional y el resto de europea, para que se provoque el mismo un buen tapón de estreñimiento. Que el resto necesitamos evacuar ya toda esta mierda.

Y por favor, metan en la cárcel a violadores, asesinos, pederastas y gentes del gremio. Al resto denles el tercer grado ya. Inhabilitados están y con ello cualquier posibilidad de recibir dinero público. Que ya veremos lo que tardan sus colegas en pasarles una pensión de sus bolsillos, que son muchos, jóvenes y seguro que muy gastones. Ese es el mejor virus, la peor de las penas.

Aviso a mi colega correctora. Sí, creo que son cinco o seis tacos, soeces y ordinarios, los que van en esta columna ¡No se quita ni uno! Hoy a pelo. 

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