jueves. 28.03.2024

Javier Salvador, teleprensa.com

Intentar hacer creer a los agricultores almerienses que van a conseguir algo si paran sus producciones o no venden pimientos y berenjenas durante un tiempo porque no les salen los números esta campaña es, sencillamente, engañarles como a tontos.

Dicho de otra forma y sin ánimo de ofender a nadie. Imaginen que mi vecino y yo, hasta todos quienes vivimos en el mismo barrio, nos reunimos y decidimos no comprarle tomates al supermercado de la zona, de una marca nacional y que cuenta con 10 establecimientos en la misma ciudad. Nos negamos porque entendemos que el precio que nos cobra es abusivo cuando sabemos que el precio que se paga al productor es mucho menor que ese otro que nos ofrecen al final de la cadena. Obviamente el supermercado hará sus cálculos y sencillamente nos mandará a paseo, porque en el global de su negocio no suponemos nada. Puede que le parezca pintoresca nuestra propuesta, pero en términos reales no tenemos fuerza suficiente para obligarles a adoptar otra política de precios.

Pues lamentablemente el campo almeriense es como mis vecinos y yo en el total del mercado de clientes del supermercado. Existimos, pero no tenemos capacidad productiva como para generar los mas mínimos movimientos en las curvas de oferta, demanda o producto que sirven a las grandes cadenas para conocer en qué les puede afectar una alteración puntual como esta.

Pero aún hay más, mientras aquí nos partiremos la cara en la calle, porque los neo independientes del campo vienen con ganas de desempolvar las viejas imágenes de toma de la ciudad a modo cdr catalán, -y espero que los mas sensatos sean capaces de pararlo-, comunidades vecinas como Murcia, Alicante o cualquier otra que produzca lo mismo que nosotros se va a poner literalmente las botas.

Tercera variable. Anunciar con tanta antelación las movilizaciones provoca que los compradores tengan tiempo suficiente para reorganizar sus previsiones de compra y ya sea vía Italia, desde Marruecos o cualquier otro lugar, podrán adquirir estos productos aunque sea algo mas claro logísticamente. Ellos si que se han preocupado de estudiar esas desviaciones en las curvas que les dicen lo que ganan o pierden, y hasta donde pueden apostar por una zona en concreto y durante cuanto tiempo.

Lo que me pregunto hoy es si a los agricultores que se van a desgañitar el próximo día 19 por las calles de Almería les han enseñado esos números, los escenarios posibles y consecuencias que tendrá. Los presuntos pros y posibles contras, porque no vale con gritar eso de ¡Nos están arruinando! ¡Pagan una mierda! ¡Todos nos engañan!

Las guerras, en ocasiones, son necesarias y por ello se planifican hasta el mas mínimo detalle para conseguir ganar con el mínimo de batallas posibles, pero intentar una guerra desde una revuelta tiene poco recorrido.

Y ahora piensen otra cosa. Imaginen que esta guerra no va de precios, sino que ese es el trasfondo, y que la verdadera levadura de este pan del que van a salir tortas y no barras ni chapatas, es un intento político extremista de sustituir el liderazgo en el campo almeriense. Imaginen que lo agotado no es el modelo productivo, sino el de representación y acción, y alguien ha visto ahí un nicho de mercado tremendo para usar el campo almeriense como trampolín.

Pues eso, a pensar que hay veces que es mas rentable que gritar por gritar, y por mucha razón que se tenga.

Guerra política agrícola o de precios