jueves. 25.04.2024

El redactor jefe de Europa Press relata su experiencia como navegante en la regata costera de la vuelta al mundo a vela 2022-23

ALICANTE, 12 (EUROPA PRESS)

La decimocuarta edición de la vuelta al mundo a vela, The Ocean Race, la más extraña de la historia y la de la pospandemia, arrancó el pasado domingo con las regatas costeras en el Puerto Alicante, una experiencia que el redactor jefe de Europa Press, Gaspar Díez, vivió como navegante a bordo del 11th Hour Racing Team.

"Are you ready? ('¿Estás listo?')", apuntó Meredith, una de las auxiliares de la embarcación estadounidense, una de las favoritas, según pude saber después, de la regata en la que 5 barcos -ninguno español- surcarán, desde el 15 de enero y en los próximos 6 meses, los mares y océanos del planeta en 7 etapas, en las que completarán 32.000 millas náuticas, el equivalente a 60.000 kilómetros.

Después de someterme a un test COVID -el patrón, el estadounidense Charlie Enright, estaba infectado por el virus y cualquier precaución era poca para no diezmar aún más al equipo-, acudí al pabellón de los navegantes en el Ocean Live Park, el recinto por el que desfilaron cerca de 50.000 visitantes el fin de semana pasado para admirar a los y las 'popeyes' del siglo XXI y sus futuristas barcos.

Enfundado en un traje de marinero de 'naranjabutano' parecía más un 'astronauta' que un navegante antes de desfilar, junto al resto de la tripulación del 11th Hour Racing Team -nombre que hace referencia a la penúltima hora para salvar a los océanos-, camino del pantalán en el que estaba amarrado nuestro IMOCA, junto a los otros, el Biotherm francés, el Holcim suizo, el Guyot francogermano y el Malizia alemán, de The Ocean Race 2022-23.

Era uno de los tres invitados a bordo del 11th Hour para disfrutar de la regata costera, un privilegio que igualmente tuvieron un italiano del puerto de Génova, donde arribará la regata en medio año, y el noruego Knut Frostad, participante en tres ediciones de la anterior Volvo Ocean Race y en otras tres como CEO de la prueba.

No era la primera vez en que ejercía de 'intruso' en un barco de la Ocean Race. En la edición de 2008-09 lo había hecho también con otro velero estadounidense, el equipo Puma patroneado por Kean Read y a bordo de 'Il Mostro'. Esta vivencia la repasé en el libro 'Las estrellas son así', un anecdotario de periodistas recopilado por la Asociación Española de la Prensa Deportiva (AEPD).

"What do you do? ('¿A qué te dedicas'?)", me preguntó Knut Frostad al brincar sobre la popa del 11th Hour. "I'm journalist ('Soy periodista')", le respondí en mi muy mejorable inglés. Más tarde recordé que Knut había sido uno de los protagonistas de los Desayunos Deportivos de Europa Press junto al prohombre de la vela española, Pedro Campos, y Támara Echegoyen, integrante del Guyot y a la que busqué sin éxito entre la muchedumbre.

Con el suelo ya moviéndose bajo mis pies, recordé la palabras del también periodista Nacho Gómez, pero éste especializado en vela no como yo y fichado por la organización del evento: "¿Vas a subir en un IMOCA? Yo llevo toda la vida en esto y nunca lo he hecho", me confesó junto a la Dircom de The Ocean Race, Eugenia Manzanas, en el pabellón de navegantes.

En ese punto de la 'experiencia' no sabía si era un privilegiado o un osado 'astronauta', dado mi pánico al agua y por ende a los mares, océanos y cualquier otro entorno líquido, en un mundo de fortachones y fortachonas atléticos, rostros tostados por el azote de viento y sol y faltos de algún afeitado por las múltiples jornadas en altamar.

"¿DÓNDE ESTÁ EL BAÑO?"

Los IMOCA son barcos pensados para la navegación en solitario y 'de a dos' y se han adaptado para cinco tripulantes para esta Ocean Race 2022-23. "La diferencia respecto a los VO65 -la otra clase de la regata- es que los otros son monotipos, barcos iguales, y aquí el diseño es diferente", nos explica Amory Ross, el reportero a bordo del 11th Hour que ejerce de anfitrión en el barco.

En medio de las explicaciones de Ross y de los aplausos de la afición agolpada sobre el muelle del Puerto de Alicante, el 'eleven' suelta amarras en dirección al campo de regatas en el que medirse frente sus otros cuatro rivales en la regata 'in port' en una jornada sin apenas viento.

El británico-australiano Jack Boutell, ganador de la anterior Ocean Race en 2017-18 con el Dongfeng chino, porta el timón en ausencia del enfermo por COVID Charlie Enright, y el resto del equipo, la suiza Justine Mettraux, la italiana Francesca Clapcich y el británico Simon Fisher se afanan en preparar las velas para afrontar el debut en la vuelta al mundo.

La primera impresión es que el barco es pequeño, de 60 pies (18,3 metros), y frágil, aunque impresionan las enormes quillas laterales que ladean hasta un límite imposible unas 'balas' capaces de recorrer 600 millas en apenas 24 horas. "Veremos los que llegan a Génova", apunta el italiano.

El reportero nos detalla cómo es la vida a bordo e imagino a estos 'popeyes' en la etapa 3, entre Ciudad del Cabo a Itajaí, en Brasil, la más larga de la historia de la regata en la que tardarán más de un mes en recorrer 12.750 millas (23.613 kilómetros), en medio del 'salvaje' Océano Sur, la extensión más remota de mar abierto con aguas y vientos a temperaturas bajo cero.

Pienso en cómo serán los amaneceres y atardeceres en el paso por los tres grandes cabos del planeta, el de Buena Esperanza, cerca de la punta de África; el Leeuwin, en el punto más al sudoeste de Australia; y el de Hornos, en la isla más al sur del archipiélago chileno de Tierra del Fuego.

"¿Dónde está el baño?", pregunto después de salir de mi ensoñación, y Amory nos muestra algo que no sé si es un agujero o un cubo en el que la tripulación tendrá que arrojar el sobrante, si es que lo hubiere, de su cuerpo en tan largas jornadas de trabajo durante la regata oceánica, la que pretende ser más 'verde' en su pugna contra la contaminación por los microplásticos.

Nuestra misión, la de los invitados, durante la travesía es molestar poco -horas antes había ingerido un par de 'biodraminas' con tal fin- y permanecemos sentados inmóviles en la cabina que protege a los navegantes. Fisher, atento al rumbo en el GPS y alternando manos y sudores con Mettraux en los 'grinders' o molinillos que cambian la disposición de las velas. Francesca, de un lado al otro, entre la cubierta y a cubierto mientras el 11th Hour 'vuela'.

En una de esas maniobras, el barco entero vira de una forma brusca y Boutell está a punto de caer del timón en una acción aplaudida en tierra firme por la afición y que le daría el segundo puesto en la regata costera, pues tan solo el Malizia alemán pudo ganarnos (me incluyo) al cruzar por la imaginaria línea de meta en el mar.

El 'subcampeonato' se celebra en el 'eleven' con alguna sonrisa perdida, dada la ambición de sus tripulantes, cuando regresamos al puerto entre los vítores de la paciente y multitudinaria hinchada que, con el timbre de algún claxon al viento, acoge a sus héroes de vuelta al puerto tras avistarles desde el Muelle de Levante.

"Thanks so much for an incredible experience and good luck for the race ('Gracias por esta experiencia increíble y suerte en la carrera)", acierto a decir a los tripulantes como despedida tras este vivencia desde dentro de The Ocean Race. Por una jornada me sentí como un 'astronauta' a bordo de uno de los aspirantes a ganar esta vuelta al mundo.

The Ocean Race desde dentro: Un 'astronauta' a bordo del 11th Hour
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