miércoles. 24.04.2024

Javier Salvador, teleprensa.com

Hace años que la feria de Almería no vive sus mejores momentos, de eso creo que estamos todos convencidos y por mucho que se quiera maquillar la realidad, nada tiene que ver lo fue en el recinto del Auditorio Maestro Padilla, a lo que ha quedado reducida hoy junto al Estado de Los Juegos del Mediterráneo. Y vamos por partes.

Es obvio que Almería necesitaba un recinto ferial fijo con la infraestructura necesaria, pero tampoco parece muy evidente que el emplazamiento escogido fuese el mejor. En segundo lugar si el recinto está en uno de los extremos del casco urbano lo normal, o más bien lo imprescindible, es que la comunicación con ese punto desde todos los barrios de la ciudad sea enormemente fluida y con diversas opciones de movilidad, pero partimos de que en Almería sólo hay autobús, con buenos vehículos pero líneas insuficientes, con pésima regularidad y en horarios nocturnos que no tienen nada que ver lo que una feria de capital de provincia es o trata de ser. Si a eso añadimos que el aparcamiento municipal es insuficiente, caro y los accesos auténticos cuellos de botella que apenas pueden evacuar con fluidez al público de un partido de fútbol (y en Almería es muy raro contar con más de 10.000 aficionados), la ecuación sigue fallando. Claro, de estas cosas no te enteras si conviertes la feria en un chiringuito de clases en el que los allegados al equipo de gobierno o la corporación en general disponen de un carril de acceso absolutamente cerrado para ellos, los vips, con aparcamiento gratis y a pie de recinto.

En Almería hemos pasado de más de cien casetas de noche y medio centenar al mediodía a no tener mas que un chambao municipal, unas pocas disco/casetas y apenas dos o tres de ambiente tradicional. La noche se quedó para las atracciones que normalmente llegaban al terminar la de Málaga, pero ahora que coinciden de principio a fin hasta ese apartado corre el peligro de un nuevo descalabro.

Mención aparte tiene la feria del mediodía, la más castigada durante todos estos años con restricciones a norte y sur, cuando los primeros años fue un verdadero éxito.

Una feria es sucia, ruidosa y la gente bebe en la calle, pero dura apenas unos días. Cuando tratas limitar esos elementos esenciales para que no se te manche el Lacoste anudado al cuello te cargas lo que suele triunfar por ser una mera expresión popular de felicidad, intentando convertirla en algo que sencillamente no puede ser porque nunca lo ha sido, es decir, una feria de tacón alto. Si alguien tiene tiempo de cotejar el programa de feria y fiestas de Almería de este año con el de cualquier otra capital de la comunidad autónoma andaluza, o sencillamente con uno de hace unos quince años de esta misma capital, verá que sencillamente se ha perdido el norte y, peor aún, no ha habido el más mínimo interés en volver a encontrarlo.

La realidad de la Feria de Almería es que genera menos expectativas que las de San José o Aguamarga, pequeños pueblos de costa para los que chavales de 16 años fletan autobuses con sus propios ahorros. Pero peor aún es que te digan que lo mejor de la feria de este año en Almería es que coincide con la de Málaga, y que así los días de gracia que le van a dar a uno en su empresa puede aprovecharlos y escapar a la capital de la Costa del Sol para vivir una fiesta de verdad.

Sencillamente vamos a peor.

Otro mazazo a la Feria de Almería
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