viernes. 19.04.2024

En un colegio de Almería capital, cuyo nombre no voy a dar, por ahora, por respeto al padre de la niña afectada, se ha vivido, se vive, un caso extraño de mobbing escolar, porque no lo protagonizan los alumnos, sino los padres y sus grupos de whatsapp. Parece que esta herramienta de comunicación ha derivado en lobby de presión al centro, hasta el punto de no atender lo que desde su propia inspección se pide.

El caso es curioso. Verán.

En un mismo curso hay dos clases, en uno unas catorce niñas y unos pocos chicos, y en otro dos niñas y el resto niños. A un padre se le ocurrió pedir que mezclasen un poco ambos sexos, ser equitativos en el reparto. Obviamente lo pide el progenitor de una de las dos niñas que están solas frente al resto de niños. Elevó la propuesta y ni caso, la convirtió en queja y derivó en reuniones de oposición de los padres y madres de la otra clase, la que agrupa a mayor número de niñas. Al final, el centro tomó la determinación lógica de mezclar ambas aulas. Pero la historia no terminó ahí, porque inmediatamente los grupos de whatsapp empezaron a marcar a la chiquilla cuyo padre hizo la petición, comenzaron las presiones a la dirección del centro y, lo más heavy, advertencias con los contactos políticos que podían tener en sus agendas cada uno de los opositores al reparto equitativo.

El asunto provocó una marcha atrás del centro y las clases han empezado con dos niñas en un aula y catorce o quince en otra. Obviamente, y como ustedes son avezados lectores capaces de intuir la mala leche que pueden tener los padres desde el teclado de un teléfono, les desvelo el dato que falta en esta historia, y es precisamente una de las dos niñas condenadas a la soledad, a la separación del resto, es inmigrante. Su color de piel algo más tostado, y su acento no es del Casco Histórico, La Rambla o el Barrio Alto, que son barrios de Almería, sino que digámoslo así, es caribeño.

El padre de la niña española se plantea ahora el cambio de centro, y el motivo no es la compañera con la que convive su hija, sino porque ambas han sido señaladas en esos grupos de whatsapp como un problema, y la exclusión empieza a llegar a más. Obviamente la hija de emigrantes no puede plantearse estas piruetas con el curso comenzado, porque ya dan gracias a Dios y a España por el mero hecho de tener acceso a una enseñanza gratuita y de calidad. Por cierto, si alguno de esos padres presuntamente acosadores leyese un poquito sobre las formas en las que se adquiere la nacionalidad en España, igual descubren que por los especiales lazos que nos unen con esos países, con la mayor parte de ellos, con sólo dos años de residencia ya pueden optar a la nacionalidad española. No le aclarará la piel a la chiquilla, ni le evitará que cuatro capullos la señalen, pero sí será tan española como cualquiera que nazca en pleno Paseo de Almería. Es la ley, lo contempla la Constitución y no hay más cáscaras.

El resto es una salvajada y por ello vivo deseoso de poder publicar con autorización del padre ofendido el nombre del colegio, el de su director y las conversaciones del grupo de whatsaap.

Mobbing escolar de padres
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