viernes. 19.04.2024

Lo primero de todo, en Murcia salta por los aires el pacto entre PP y Ciudadanos no por una estrategia nacional, sino por una situación insostenible que ha llevado a los naranjas a denunciar ante la Policía, aportando pruebas a la Unidad de Delitos Fiscales, la supuesta trama de contratación que se da tanto en el Ayuntamiento como en el Gobierno de la Región de Murcia. Lo segundo, Díaz Ayuso, en Madrid, le tiene mas miedo al auge de Vox que a ningún otro escenario, y es muy posible que en estas elecciones se igualen las fuerzas de ambos partidos, e incluso que la ultraderecha le adelante aunque sin llegar al batacazo de Cataluña. En cualquier caso, sabe que pierde votos a diario, y unas elecciones anticipadas es la única forma de frenar la hemorragia electoral.

Y ahora vamos con Ciudadanos.

Arrimadas no es sinónimo de arrinconada. De hecho, hay algo que debemos tener en cuenta. Es la única que ha ganado unas elecciones autonómicas dentro de la formación naranja, así que algo debe tener la criatura que atraiga al electorado. Por mucho que el fundador principal del partido, Albert Rivera, muriese matando su propia creación al estilo del caballo de Atila, aún hay partido. A partir de ahí sólo le queda volver a esos principios que les hicieron crecer, es decir, los de apoyar en cualquier caso la opción más votada, ya fuese de izquierdas o derechas. No lo cumplieron ni en Andalucía ni en Castilla León, y mucho menos para la gobernabilidad de España, porque ellos fueron la causa principal de que Podemos y la mayoría de izquierdas del Congreso llegase a lo que es hoy. Si es buena o mala, eso le toca decidirlo a los electores, no a columnistas ni charlas de café.

Pero lo que sí podemos hacer es analizar, ayudar a entender el por qué suceden las cosas desde la perspectiva histórica. Es decir, que nada de lo que está pasando ahora es nuevo, genuino del momento, porque ya se ha dado en otros lugares y en infinidad de ocasiones.

Si Ciudadanos quiere dejar de ser un partido en descomposición tiene que gobernar. En Murcia, tiempo al tiempo, remontarán. En Madrid se diluirán si al final hay elecciones, como en Andalucía desaparecerán fusionados con un PP en caída libre frente a Vox. A nadie le extraña que a Marín, presidente de Ciudadanos en Andalucía, le preocupe más si el PP le llevará de número uno por Cádiz, que el devenir de su partido.

El PSOE gana en esta operación. Está claro.

No creo que le preocupe tanto haberle puesto fecha al entierro de Pablo Casado (PP), porque un líder así de blandito les viene que ni regalado, como el hecho de lanzar a la izquierda nacionalista catalana el mensaje de que no van a ser rehenes indefinidos de rufianes, presos o huidos. Dicho esto, ese es un problema que debe encontrar la solución política adecuada, y que no viene siendo la que pasa por la judicialización de la política.

El hecho incuestionable en este momento es que lejos de arrojar inestabilidad, el miércoles negro de las derechas españolas aportará seguridad y tranquilidad a todo el Estado, porque igual ahora entienden que jugar al mensaje y no centrarse en el contenido tiene sus reveses.

Segunda consecuencia. Si externamente este golpe en la mesa sobre la que reposaba el frágil puzle de la política española es duro, internamente tendrá aún más efectos en uno y otro lado. Al PP le complica hasta límites insospechados sus procesos internos de elección de presidentes provinciales. Se ha abierto la veda de Casado y lo sabe. Y es tan cierto como el hecho de que hoy jueves 11 de marzo de 2021, 24 horas después del miércoles negro de las derechas, no hay ninguna masa incontrolada de gente a las puertas de Génova 13, la sede del PP, para afiliarse a ellos por su descontento con Ciudadanos. Lejos de eso, aún miran de vez en cuando a la calle por si vuelven a aparecer coches de policía con órdenes de registro por esos casos de corrupción que aún están sin resolver.

A ciudadanos sólo le quedaba una carta por jugar y era ésta, hacer un Tarzán a la inversa. Es decir, cambiar el sentido del balanceo para intentar agarrarse a las lianas que dejaron atrás, porque se acercaban al final de un bosque en el que ya no había nada más a lo que sujetarse, sólo un precipicio en el que si caían, sencillamente, se acabó. 

Y que nadie olvide una cosa: Los créditos de campañas electorales hay que pagarlos, que ya no es como antes.

Miércoles negro a la derecha del Manzanares
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