viernes. 29.09.2023

Decir que estamos a las puertas de una campaña electoral es como engañarnos a nosotros mismos, porque llevamos en plena campaña desde hace meses. Pero no es menos grave que asumir que apoyamos a uno u otro partido cuando lo que realmente hacemos es apoyar a personas, a líderes que en mayor o menor medida nos inspiran confianza. En esto tiene que ver poco la ideología, porque puedo asegurar que hay una enorme mayoría, y también de candidatos, que ni tan siquiera se han molestado en darle una leída, ya no digamos una pensada a la ideología que mueve cada partido.

Por ejemplo, si a un socialista le dices que su partido fue en su origen un partido más de centro que de izquierdas, realmente no lo creería, como si a uno del PP le cuentas que su partido de origen fue fundado por siete ex ministros de Franco, verdaderos jerarcas del régimen y oligarcas que han mantenido el sistema de familias, de una clase muy alta, para defender el inmenso patrimonio heredado.

Llegados a este punto y asumiendo la incultura política en la que nos hemos sumido, no nos queda otro remedio que fiarnos de las personas. Pensar que a grandes rasgos a la izquierda de la baraja se cree o defiende que la riqueza generada es un bien por repartir para proteger a las personas, como si buscase un equilibrio razonable, mientras que a la derecha del modelo ideológico se estima que la riqueza debe ser potenciada individualmente con el convencimiento de que quien más tiene más invierte y genera otra riqueza que, a su forma de ver, es otro modelo de reparto.

Bajo esas bases encontramos a la mayor parte de los partidos políticos que concurren a las elecciones, y al margen de esos a esos neo modelos que abordan la ausencia de ideologías como un hecho diferencial, manteniendo que únicamente defienden en la mayor parte de los casos un territorio. Pero ojo, si en una de estas listas te encuentras a históricos de otro partido tradicional, lo más normal es que estés ante un modelo de vendetta política, es decir, voy a conseguir por aquí lo que tú no me distes bajo tus siglas. Y hay mucho de eso en todo el panorama político local.

Expuesto todo lo anterior nos quedan las personas ¿Quién merece nuestra confianza? Yo, en esta situación, siempre digo lo mismo, que no merece la pena apoyar a nadie que no te sentaría en su mesa a comer. No tiene sentido entregar tu bien más preciado, tu voto, a alguien que no defendería tus problemas como si fuesen suyos. Y el mayor indicador de esta diferencia es cuando ves que ese alguien presume de ser de una clase muy superior a la tuya, o lo intuyes nada más verlo, porque quien quiere ser diferente, por uno u otro motivo, trata de mantener una distancia de seguridad contigo.

Y aquí es donde viene la gran lección que puede darte la política. Si no tienes una ideología clara, ejerce tu derecho de elección sobre la base de rentabilidad personal. Es decir, si no vas a seguir el dictado de lo que piensas, de lo que marca tu conciencia, hazlo sobre la base de tu cartera personal. Cuando te ha ido mejor y cuándo te ha ido peor. Quién estaba al frente y quien en la oposición. Suele funcionar. Y si con ninguno de ellos te ha ido bien, busca, sencillamente, un partido ocasional, sin ideología, que defienda tu territorio desde el nacionalismo local. Yo siempre he dicho que por mucho que miremos con recelo a vascos y catalanes, nos llevan décadas de ventaja en infraestructuras y servicios porque ellos sí han sabido sacarle rentabilidad al voto cuando desapareció la verdadera ideología. Y como decía un dramaturgo alemán “sólo hay dos caminos abiertos al más allá: uno lleva al ideal y otro a la muerte”. Moraleja, piensa lo que haces y acierta, o tus posibilidades morirán de estancamiento.

Ideología o rentabilidad
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