jueves. 25.04.2024

Por muy difícil que nos parezca tenemos que empezar a entender algo de lo que sucede en Madrid, porque al fin y al cabo es una tendencia, y en este caso peligrosa si se cumplen los pronósticos de las encuestas más escoradas a la derecha. 

Ya no se trata de que gane Pp o Psoe, sino del riesgo al que nos enfrentamos con una situación que podemos denominar como de “abuso de la democracia”. Los últimos hechos ocurridos en la campaña electoral, el destape total de Vox con anuncios en el metro en el que radicalizan hasta el extremo a la sociedad fomentando el fenómeno del racismo, o el aplauso implícito que lleva impreso su silencio ante amenazas de muerte por muy burdas que sean, no son como para tirar pelillos a la mar. Pero ojo al dato, si son contra ministros y personalidades de especial relieve en un Estado de Derecho, llevan a plantearse una pregunta poco retórica y muy necesaria ¿Qué cojones está pasando?

Particularmente me asusta que gente de la que me consta formación, nivel intelectual y una importante trayectoria vital, vean en Ayuso una lideresa por la que vale la pena luchar. Pero las ideologías es lo que tienen, y es totalmente respetable, ahora bien, que esos apoyos no se muevan un ápice cuando el pilar en el que debe sustentarse es una extrema derecha revanchista, que lleva años y años oculta a la espera de su oportunidad y que ahora ve campo abierto para sus locuras, me preocupa enormemente. Y lo preocupante ya no es que entre los más jóvenes, en las universidades, el fenómeno Vox corra sin freno alguno, sino que en puntos clave de algunas administraciones y en el propio mundo de la judicatura, empiezan a encontrar simpatizantes que por una causa o por otra, apoyan ese “ahora te jodes que esto también es democracia”. Y no puede ser así. Democracia es construir, no utilizar esos derechos y recursos que nos otorga para desmontar el modelo.

Dicho esto, hay dos estrategias para luchar contra este fenómeno. Uno de ellos es desde el otro extremo, es decir, tensionar aún más desde la izquierda al modo Pablo Iglesias, para generar una guerra de odios y que gane el más fuerte, y ojo que Podemos por lo menos no está jugando sucio, sólo nos escupe a la cara nuestras verdades más incómodas. El otro camino es el de pedalear y pedalear sobre una línea recta sin mirar hacia atrás o los lados para no salirse un ápice del rumbo. Digamos que Psoe y Más Madrid optan por esa vía, y lo cierto es que pese a que podamos ver al candidato Ángel Gabilondo como blandito, no es exactamente así, sino que es tiernecito, al más puro estilo Tierno Galván, aquel alcalde que dejó hacer de Madrid lo que hoy es, o lo era ayer, en la cultura europea.

Y así las cosas, hay que volver al principio de esta pesada columna, pues el problema no está en lo que vende o representa cada una de esas opciones, sino en qué ha sucedido. Qué se ha roto para que Madrid, los madrileños, estén dispuestos a mirar hacia otro lado, aún sabiendo que nada más girarse tienen a Vox ahí, con su aliento en la nuca de todos y sin condenar las balas en sobres con amenazas.

Podemos pensar que la respuesta estará en las urnas, pero no es así, sino que esa será la consecuencia y el origen es la incógnita. Yo creo que el problema es de comunicación. Que Ayuso es la herramienta, el producto de unos gurús del mensaje, de uno en concreto, que quiere la revancha, que sabe lo fácil que puede llegar a ser generar un liderazgo efímero y que está trabajando como un verdadero animal no para ganar la presidencia de Madrid, sino que va a por el propio Partido Popular. Va a por quienes les dejaron en la cuneta. Por eso veo las barbas de Pablo Casado no en remojo, sino chorreando, empapadas, porque el día 4 de Mayo si gana Ayuso, puede ser la victoria del PP más amarga para este partido.

Entender Madrid
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