sábado. 20.04.2024

Estas elecciones municipales han llegado a un extremo en el que los partidos, algunos de ellos, han dado un paso más en ese total desapego a la inteligencia del elector, del ciudadano. Y es así, porque sólo aquel que quiere aprovechar el desconocimiento, la falta de cultura general, que no ya de las leyes y la propia Constitución Española, tira de la demagogia, del populismo, de degeneración de la democracia, “consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder”.

La piedra angular de todo lo que estamos viviendo por la presencia de personas condenadas por delitos de terrorismo en las listas de elecciones municipales en el País Vasco, está sobre en todo el artículo 25 de la Constitución Española. Y a partir de ahí, todo el que haya cumplido su condena, sea por asesinato, homicidio, corrupción, violación o robo, es una persona a la que le constará durante un tiempo ese antecedente, pero que tiene todos, los mismos derechos que los demás.

Sé y entiendo que para muchísima gente es una aberración esto que sucede en el País Vasco, pero sucede allí, en las elecciones municipales de sus ciudades y sus pueblos, donde son libres de elegir lo que quieran, al igual que ellos no entienden mucho de lo que pasa aquí.

Y les pongo un ejemplo. No oirán a Alberto Núñez Feijoó ni a Juan Manuel Moreno Bonilla, del PP, hablar del candidato de Fines, un pueblo de Almería, que no hace mucho fue detenido con 120.000 euros en el coche de su acompañante, otro de los detenidos, en el caso mascarillas de Almería. Y el caso mascarillas es aquel en el que un vicepresidente de la Diputación Provincial, Oscar Liria (PP), fue detenido en un caso en el que se investigan las mordidas en contratos millonarios para la compra de mascarillas durante la pandemia de Covid. A Liria también le pillaron en su casa sobres con dinero, y el wathsapp del grupo “Naranjito”, formado por él, el presidente de la Diputación Provincial de Almería y número dos o tres en la lista del Ayuntamiento de Almería, junto al segundo vicepresidente de la diputación, también candidato en otra lista, es una auténtica vergüenza e indecencia para la política, para la sociedad, al mostrarnos cómo se gestionaba la compra de mascarillas y otros materiales de extrema necesidad mientras la gente moría a centenares en los hospitales y residencias de ancianos, o hacíamos colas kilométricas en las puertas de los supermercados acojonados por un confinamiento que no tenía fin.

Es decir, que mientras Alberto Núñez Feijoó y Juan Manuel Moreno Bonilla, presidentes del PP y de la Junta de Andalucía, no sean capaces de hablar de Fines, en Almería, o de estos monstruos de la política que han generado y mantienen en listas, que hablen de delincuentes, terroristas o partidos que los permiten es, ni más ni menos, que decirle al votante no sólo que es un gilipollas, sino que además pasará a la historia como cornudo y apaleado.

Esta, y no otra, es nuestra realidad. Y lo más duro es que la oposición, los aspirantes, carezcan del valor suficiente para poner sobre la mesa en estas elecciones estas incongruencias, temiendo que la inteligencia del electorado no alcance a entenderlo. Ahí es donde precisamente está la grandeza de la política, en atreverse a subir el nivel, en ayudar a enriquecer el intelecto del electorado, y no ganarle por debajo, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales, porque eso es demagogia o, si lo prefieren, populismo.

Electores cornudos y apaleados
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