viernes. 19.04.2024

Almería es la única ciudad de España que decididamente boicotea su propio carril bici. 

Estoy convencido de ello pero no tengo muy claro si se trata de una estrategia para que nos movamos en coche o moto y así pagar impuestos de circulación, o sencillamente es una consecuencia mas de la inoperancia que demuestra un equipo de Gobierno municipal al que las distintas concesionarias de servicios públicos le toman por el pito del sereno. Aunque claro, estas cosas suceden cuando no puedes recriminar a quien te presta el servicio no sea que te recuerde los aspectos más hispanoalmerienses, -sinónimo de sórdido en lenguaje local- el proceso por el que algunos ganaron esos concursos públicos.

La realidad es que Almería es una trampa para las bicicletas en la que no bastaba con diseñar unos carriles estrechos y con curvas imposibles, sino que además el Ayuntamiento de la capital está totalmente decidido a convertir cualquier tramo en una especie de yincana. De hecho tiene una cosa especialmente buena y es precisamente que se trata del único circuito urbano en el que tienes que llevar casco si quieres estar a salvo, y no por la natural protección ante una caída, sino por la hostia que en cualquier momento te puede arrear la rama de una de esas palmeras con hojas de apiladas puntas que esperan pacientes la llegada de los ciclistas. Y si no lo creen pueden intentar, por ejemplo, recorrer la Avenida de la Vega de Acá o sus adyacentes.

Pero la palma se la lleva el tramo de carril bici que hay entre la ciudad y la Universidad.

Es lo más parecido a una selva en la que setos, ramas y todo tipo de vegetación ocupan el carril rojo hasta hacer imposible que dos bicicletas coincidan en el mismo lugar circulando en sentido contrario. Está bien pensado si se es de esos almerienses empeñados en que cuanto menos gente venga a Almería mejor para que no desgasten esta joya de territorio, para eso si que es la política más acertada, porque imagino que la impresión que se llevan cada año los cientos de estudiantes Erasmus, que son quienes más tiran aún de bicicleta, no debe ser como para repetir en un futuro lejano. Aunque claro, también tendríamos que comprender que esos chicos son clientes de futuro, prescriptores de nuestro producto local, y comprendo que eso es mucho asumir para concejales que no tienen más recorrido profesional que el de asesores, concejales y otras ocupaciones al amparo de las siglas de un partido político.

Así las cosas, lo que también tenemos que tener muy claro todos es que no vale la pena reprochar a los ciclistas que ocupen la zona de rodadura de las calles, que compartan el lugar con los coches, mientas que su carril específico esté invadido no ya de errores de construcción, sino de vegetación que lo hacen intransitable. Por ejemplo, si queremos que los ciclistas que encontramos en el tramo entre la ciudad y la Universidad usen el carril bici en vez de la carretera, no hay posibilidad de exigirles nada al respecto, porque sencillamente no caben.

Entiendan también que en una ciudad en la que la mierda literal invade las calles de tal manera que hasta huele mal en cualquier rincón, la poda de parques y jardines no será en ningún caso una prioridad. Aunque cueste más de ocho millones de euros al año, porque qué es eso en dinero público si apenas puede suponer, como mucho, 250.000 euros en comisiones al ritmo de lo visto en el caso Hispano Almería (Roquetas y Diputación de Almería).

Boicot al carril bici de Almería
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