jueves. 25.04.2024

Lo queramos reconocer o no tenemos un problema. Ya sea de previsión, de organización, planificación o como queramos entenderlo, todos sospechábamos que terminado el estado de alarma y finalizado el curso escolar, la gente joven viajaría, se relacionaría y se convertiría en el foco de una nueva etapa de la Covid que puede que no tenga la misma incidencia hospitalaria que las anteriores, pero que sí nos puede provocar un nuevo parón económico. Cierres, toques de queda, restricciones de aforo etc…

Decirle a un chaval de 18 años, de 24 o de 32 que no se marche de viaje de estudios, veraneo o perroflauteo no es, obviamente, una solución. Creernos que no habrá botellones, discotecas a reventar y playas abarrotadas es de ser muy pero que muy ingenuos, así que no queda otro remedio que abrir las puertas de los centros de vacunación y, a ser posible, administrarles la vacuna de una sola dosis.

Ahí está la clave de la gestión política sobre las administraciones públicas, es decir, que lejos de empezar a mirar al cielo para ver quién les soluciona la papeleta, toca ponerse las pilas para que, con los recursos que hay, sin necesidad de calentarnos las cabezas en los informativos, comiencen a cazar a ese nuevo perfil de población de riesgo, que no es precisamente aquel que pueda padecer la enfermedad con peores efectos, sino que consiste en atrapar y vacunar a los que sabemos a ciencia cierta que van a tener mayor movilidad durante este verano.

Ya habrá tiempo de reproches, críticas y hasta de comisiones de investigación sobre la gestión de la crisis no sólo en el modelo estatal, sino en las autonomías y hasta en la gestión de los fondos que se cedieron para comprar mascarillas y por el que alguno ya ha terminado en la cárcel, pero ahora es el momento de actuar con celeridad.

Esta crisis no la vamos a parar llevándonos las manos a la cabeza porque un grupo de jóvenes han montado una fiesta en Mallorca. Y poca solución aporta que los eternamente indignados hiperventilen cuando vean imágenes de gente sin mascarillas, bebiendo en la calle, riendo, bailando, besándose y abrazándose, porque eso es convivir.

Abierta la puerta de la libertad de movimiento nadie la va a poder cerrar, y la única solución es inmunizar masivamente a todo el que pase por la puerta de un centro de vacunación, ya sea de esa ciudad o de otra, porque eso de las fronteras creo que ya hemos aprendido que es más un sistema de división política para enfrentar a comunidades, que un criterio de valor en la vida real.

(*) Periodista, Spin Doctor, Consultor en Comunicación y Marketing Estratégico ([email protected])

Aviso desde Mallorca
Entrando en la página solicitada Saltar publicidad