viernes. 19.04.2024

Zoraida Exigente

Juan Antonio Palacios Escobar

Siempre destacaba entre los demás. Tal vez porque lo que le exigía a los otros, comenzaba por hacerlo con ella misma. De todas formas Zoraida no se obsesionaba por los objetivos ni por llegar a la meta a toda costa, sino que también sabía disfrutar del camino.
Por eso no era de las personas que se machacaba a toda costa para ser perfecta sino que con equilibrio y sensatez, conocía perfectamente cuales eran sus límites, hasta donde podía llegar y que línea no debía traspasar bajo ningún concepto.


Exigente era conocedora que a veces los excesos lejos de fortalecernos y motivarnos, provocaban decepciones y frustraciones, bloqueos en nuestros comportamientos y no avanzar nada en la consecución de nuestros objetivos. Quizás esas fueran, entre otras, las razones por las que disfrutaba de cada logro conseguido sin esperar, a toda costa, la perfección absoluta.


Cumplía con sus plazos y sus compromisos, porque aunque se exigiera de forma disciplinada al máximo, siempre dejaba un hueco para el error, y por tanto para una posible rectificación. En ocasiones le saltaba la desconfianza de no haber hecho bien las cosas, lo que le obligaba a revisarlas una y otra vez, y a ir excesivamente lento.


Es sano y saludable que si queremos mejorar, seamos autocríticos y críticos pero dejándonos siempre una salida para continuar avanzando desde la imperfección, y sin silenciar su voz negativa ni esperar en toda ocasión la aprobación de los demás.


La insatisfacción que a veces sentía se podía traducir en un cierto grado de depresión, por haberse planteado razones ilógicas y plazos de tiempo inalcanzables, lo que le producía una frustración que solo superaba cuando dejaba de pensar de forma negativa y mantenía una actitud positiva para afrontar los problemas.


Su voluntad era fuerte, pero eso solo no bastaba para conseguir lo que quería, y cada vez más la experiencia le había enseñado que no era suficiente con empeñarse sino que teníamos que pensar, siendo realistas aquello que podíamos conseguir y eliminar de nuestras vidas las causas de infelicidad.


Zoraida estaba dispuesta a superar ansiedades y estrés, y admitirse tal y como era, a quererse con sus virtudes y sus defectos, a que todas sus aspiraciones no pueden ser prioritarias, a no exigirnos por encima de nuestras posibilidades.


También había logrado tener más seguridad y confianza en ella misma, admitiendo como una cosa normal dentro de su repertorio de conductas, que no se debe ser demasiado rígida o controladora. De un tiempo a esta parte se sentía mucho mejor y su perfeccionismo no le llevaba somatizar sus problemas.


Zoraida a sus 50 años, había llegado a la conclusión que buscar la perfección no era malo en sí mismo, siempre que eso no le provocara desequilibrio emocional y malestar personal, incluso se había entrenado en técnicas de relajación y autoestima.
. Debía dejar pasar algo de tiempo para comprobar que las cosas habían cambiado, que no debía agobiarse sin sentido, que la suerte estaba de su lado para conseguir lo que se proponía, que no debía seguir en la permanente queja de no estar de acuerdo con lo que pensaba ni con lo que hacía.


Se había dado cuenta que no podía permanecer siendo su peor enemiga, y que debía esforzarse por mejorar pero sin olvidar los deseos e intereses de los demás.

Zoraida Exigente
Entrando en la página solicitada Saltar publicidad