sábado. 20.04.2024

Javier Salvador, teleprensa.com

Estas elecciones generales en España son especiales por la sencilla razón de que deben hacernos despertar, y es el momento de que te guste o no el panorama político o aquellos que representan a las distintas formaciones, asumas tu obligación ineludible de votar. En tus manos está que gobierne la derecha o la izquierda, porque sin darnos cuenta hemos vuelto al bipartidismo de la forma más cruenta que podíamos hacerlo, es decir, desvirtuando lo que realmente representa cada una de las opciones al permitir la aparición de extremos en ambos bandos.

Nos guste o no la mala dirección que llevamos no es más que el resultado de un continuo abstencionismo en las sucesivas convocatorias electorales, y la principal consecuencia de ello es que somos nosotros, los electores, quienes estamos permitiendo que las minorías más pintorescas y en ocasiones tóxicas, lleguen a tener un peso específico en la formación o sostenimiento de los gobiernos.

Ahora es el momento de tomar un camino, el que sea, pero todo pasa por el mero hecho de ir a votar, de no permitir que nadie se valga de tu hastío para convertirlo en su victoria. 

En estas elecciones generales hablamos de si para solucionar el conflicto de Cataluña la mejor vía es la mano dura que proponen quienes desde el minuto uno de precampaña ya anuncian una intervención vía artículo 155 de la Constitución desde la sed de venganza, o la de quienes estén dispuestos hasta que se les trate de estúpidos por incidir una y otra vez en que la negociación es la única solución duradera para una crisis que no se ha fraguado en cuatro días, sino durante muchísimos años. Imagino que aquellos que tengan familiares en Cataluña, parientes que emigraron allí y rehicieron sus vidas ante las faltas de oportunidades en sus lugares de origen vivirán de una manera distinta que el resto ese día a día de esta escalada de tensión, y tendrán su propia opinión de cómo debe solucionarse. Pues bien, ahora es el momento de manifestar ese cómo, y la vía que abre una u otra puerta es el voto particular e intransferible de cada ciudadano con derecho a ello.

Es el momento de decidir si sobran los inmigrantes o por el contrario son parte de esa economía de la que subsistimos, si tendremos mano de obra suficiente para cubrir sus bajas en el momento que se vean amenazas por brotes de racismo institucionalizado o hay que buscar otra vía que no sea la de la criminalización generalizada.

Toca tomar las riendas de las políticas económicas a poner en marcha para la verdadera recuperación. Decidir si nos interesan más las llamadas a generar mayor beneficio con la esperanza de que la empresa vuelva a invertirlo en generar riqueza común, o si por el contrario es preciso contar con un Estado más subsidiario que gaste el dinero de todos en políticas sociales, en sanidad, jubilaciones y todo aquello a lo que hemos llamado Estado del Bienestar.

Como ciudadanos tenemos la tarea de asumir la responsabilidad de que en este momento, en este preciso instante, es cuando nuestro papel como electores juega un papel fundamental para el devenir del Estado que nos cobija, porque es ahora y no dentro de unos años cuando realmente nos jugamos el modelo de sociedad, de libertades y de deberes que queremos asumir. Votemos o no vamos a ser avalistas de lo que suceda en este país, y ya que nos toca pagar los platos rotos, por lo que menos cobrémonos nuestra parte del botín decidiendo a quién le damos nuestro voto o sencillamente, contra quién votamos.

Lo que tenemos que tener todos muy presentes es que quien no vote no estará legitimado para quejarse de nada, ya le lluevan hostias o panes con el resultado del 28 de abril.

A estas elecciones ya se las conoce como los comicios del 155, y aún no tengo claro si es por la rima fácil y ordinaria o por el hecho de que parece que estamos en un circo romano dispuestos a decidir con nuestro pulgar el destino de Cataluña. Que hay que joderse, como si no hubiese otros problemas, y más importantes, en nuestra realidad más cercana.

Y contra quién votas tú
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