viernes. 29.03.2024

Javier Salvador, @jsalvadortp

Cuando empecé en esto del periodismo, y ya son más de veinticinco años aporreando teclados de ordenador, uno de los marrones anuales era la Expoagro, la feria de todas las ferias para la que todos los medios de comunicación elaborábamos enormes mamotretos especiales. Días de auténtica locura en los que no existía internet ni las redes sociales, así que había que ir, pasar el día y luego volver a escribir y revelar fotos. Un auténtico carajal que, por otro lado, era una experiencia a tener en cuenta.

La primera Expo que recuerdo, profesionalmente, fue en unas naves industriales a las afueras de El Ejido. Luego llegó el palacio de congresos y exposiciones de Aguadulce que ahora se comen las telarañas, pero el denominador común era que siempre se llenaba. Cada año crecía más y más. Y detrás de aquellas ferias había, entre otros muchos, dos personajes absolutamente claves, y eso es lo que he aprendido ahora, años después, visitando Expolevante Níjar 2018.

Aquellas ferias de antaño funcionaban porque había personas de la zona con enorme experiencia en la organización, y con unas agendas personales de contactos que valían su peso en oro. Un tal Simón Carrillo al frente de la comercialización y un sujeto muy especial al que me unió una amistad personal años después, Salvador García. El primero vendía todo el espacio y el segundo, desde el área de Comercio Exterior de la Cámara no paraba de organizar misiones comerciales a todos los países del mundo para ayudar a la exportación y que, al mismo tiempo, se convertían en misiones inversas de esos países que siempre coincidían con la Expo y sus jornadas técnicas. Y menudas jornadas.

El caso de Expolevante Níjar tiene un poco de eso, de gente detrás. Un concejal de Agricultura, Manuel Moreno que es precisamente eso, agricultor. Un ingeniero técnico agrícola que además ha trabajado siempre en su zona de influencia, es decir, Níjar. Suya y de su alcaldesa fue la idea de devolver la organización del evento a la Asociación Expositora de Campohermoso, un grupo de gente de allí que hicieron nacer la feria y a quienes por razones que desconozco se les quitó a principios de los años 2000. La vuelta de esa asociación bajo una dirección muy directa desde el Ayuntamiento es lo que ha provocado lo que podemos calificar casi de milagro, porque algo que parecía muerto, el espíritu Expo de Almería, ha resucitado con una fuerza brutal.

No he visto una feria a la que acuda tanta gente desde aquellas que inauguraba Manuel Chaves cuando ni tan siquiera había autovía que llevase hasta el Poniente Almeriense, y hace muchos años que no se veía a tantos expositores contentos con el esfuerzo económico que supone montar un stand.

Expolevante Níjar ha triunfado porque han devuelto ese espíritu de una feria para el agricultor. Un evento hecho para ellos, para hacer sus compras o sencillamente ser agasajados por sus proveedores habituales, pero sobre todo han recuperado ese lugar en el que poder encontrar la última tecnología que les puede ayudar a sacar esos kilos de más o, no menos importante, ahorrar en algún que otro proceso.

Se trata desde luego de una feria particular, porque la mayor parte de los productos están destinados a la agricultura ecológica. No todos, pero sí la gran mayoría, porque hay otros que sencillamente están para captar a un cliente económicamente atractivo, como lo es cualquier agricultor capaz de defender año tras año una finca de 2,5 hectáreas, que es mas o menos el perfil medio del empresario nijareño.

Una feria gestionada por gente del lugar y hecha para el agricultor, es justo lo que recrimino que ExpoAgro perdió en sus últimas ediciones y, ahora entiendo que eso fue lo que la llevó a su desaparición.

Lecciones que da la vida.

 

Volvemos a tener Expo