jueves. 28.03.2024

Javier A. Salvador, teleprensa.com

Si de algo ha servido la fallida sesión de investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno de España es para demostrarnos a todos los españoles, a esa mitad que está a pie de playa y a esa otra que trabaja soportando un verano de constante ola de calor, que sencillamente empieza a importarnos un carajo lo que ocurra en el Congreso de Los Diputados. Y ojo, que a sus inquilinos tampoco les ponen los pelos de punta las sensaciones que tengan sobre lo ocurrido aquellos aún siguen los debates políticos sin el interés obligado de los periodistas.

Lo que ha ocurrido en la carrera de San Jerónimo no afecta en mucho a aquellos cuya única preocupación es quedarse sin lugar en el que clavar la sombrilla o restar un día a la cuenta atrás del inicio de las vacaciones. Y lo peor de todo es que da la sensación de que los grupos políticos aprovechan ese hartazgo ciudadano para seguir en esa rueda sin fin, que no conduce a ninguna parte, y en la que el oficio de político se ha convertido en algo así como una red social donde importa más el resultado de lo que dices para tu círculo de seguidores, que tu contribución real desde el escaño a la representación de todos y cada uno de los ciudadanos. De todos, estén sobre la toalla de playa o buscando el chorro de aire acondicionado en la oficina.

Para que nos hagamos una idea de lo que ha supuesto esta sesión de varios días de paripé en el hemiciclo y semanas de negaciones, porque a eso no se le puede llamar negociaciones, lo más destacable de todo este despropósito que nos cuesta ingentes cantidades de dinero es que Aitor Esteban, portavoz del Partido Nacionalista Vasco, ha sido para la inmensa mayoría de los analistas políticos de barra y café, el único que se ha ganado realmente el sueldo. Formas, lenguaje y sensación de que era el que más respeto mostraba a la tribuna desde la que se dirigía al resto de sus compañeros diputados.

Dicho de otra forma, que manda cojones que sean los nacionalistas los que tengan que enseñar a los autodenominados constitucionalistas, lo es que sentido de Estado o, sencillamente, estar a la altura de las circunstancias.

Lo de Podemos es impresentable, está claro. No se puede estar abonado a aquello de “una necedad más y seré ministro”, que decía un tal Harlay. Ahora bien, el PSOE va a tener que encargar unos calzoncillos mucho más grandes que los que actualmente utiliza, para que le quepa todo lo que parece que no entra en su actual ropa interior.  Alguien dijo en una ocasión que la política no es problema de principios, sino de tacto, y parece esa teoría no tiene muchos adeptos en el panorama actual. 

Lo cierto es que entre síes y abstenciones hay 191 diputados frente los 155 que votaron no, y ojo al número de noes que coincide con el artículo más popular de la Constitución Española cuando lamentablemente nadie sabe a bote pronto lo que dice el artículo 10, que es el que nos interesa.

Pero trasladémonos a un escenario electoral hipotético con datos de última hora, que serán muy distintos a los del CIS de septiembre. El PSOE subiría un poco, el PP también pudiendo llegar a los ochenta y tantos, mientras Ciudadanos se desploma al pasar de partido político a club de fans de Albert Rivera. Podemos sería devorado por la marca nacional que lanzaría Más Madrid de Errejón y Carmena, cuando en Cataluña ERC le daría el hachazo final a los herederos de Convergencia. El resto igual y el resultado otra vuelta a las negociaciones, algo más ajustadas, pero en las que la soberbia del matrimonio Iglesias carecería de peso.

Y antes que ir a elecciones para prácticamente nada, prefiero un gobierno apoyado en nacionalistas, independentistas o Bildu, porque sinceramente no les veo peor color que pactar con Vox.

Una necedad más y será ministro