viernes. 29.03.2024

Elena Torres, teleprensa.com Almería

Cuando creíamos que ya habíamos visto todo en política comprobamos que ésta aún puede enmarañarse más. Hasta hace bien poco las encuestas clavaban los resultados electorales y eran muy coincidentes las hicieran de un bando u otro. Éstas empezaron a fallar cuando no fueron capaces de prever la entrada en los parlamentos de nuevos grupos como Podemos y Ciudadanos.

Creíamos que esa fragmentación de la izquierda, bastante habitual a lo largo de su historia, era difícil que se reprodujera por la derecha y vemos que ciertamente no sólo le aparece un rival sino incluso dos con posibilidades de representación. Desde las filas del PP se veía como se hacía añicos el PSOE, por profundas discrepancias internas que aún hoy no parecen superadas, mientras se alardeaba de la gran unidad que ellos representaban. Pues bien, hoy nada de eso es cierto.

En el último año se ha hecho más que visible lo frágiles que son los partidos, y no sólo los centenarios sino también aquellos que consiguieron acceder a una representación bajo la premisa del “somos diferentes”, “aquí todos estamos de acuerdo”. En el PSOE, el comité federal ha tenido que imponer sus listas en aquellas circunscripciones que aún dudan del liderazgo de Pedro Sánchez y siguen tratando de hacerle tambalear. Pablo Casado se ha dedicado a “limpiar” el PP, ese en el que dice “caben todos”, para dar un “lavado de imagen” con el que tratar de superar el manchón de la corrupción que tan fuertemente le ha vapuleado y ya de paso, cualquier vestigio de Mariano Rajoy. En Unidos Podemos, su líder Pablo Iglesias ha hecho criba cada vez que alguien ha intentado hacerle sombra y Albert Rivera, para no ser menos, también ha utilizado el ‘dedazo’ para imponer los cabezas de lista que ha creído más oportunos. En los cuatro partidos está habiendo deserciones, hartos de imposiciones y falta de democracia interna. Todos ellos utilizan “fichajes” para tratar de sorprender al electorado… Con este punto de partida, está muy difícil alardear de unidad que, en estos momentos, ningún partido representa.

Todos, divididos