viernes. 29.03.2024

Javier A. Salvador, @jsalvadortp

Una de las cosas que debe preguntarse un político de cualquier partido es quién llorará su marcha, quiénes le echarán de menos por su aportación al conjunto de la sociedad. Pocos casos se han dado hasta ahora, muy excepcionales en Almería, y desde luego Gabriel Amat no creo que sea uno de ellos, porque la situación que va a dejar será muy diferente a la que encontró a su llegada. Tras su paso se han acabado las mayorías absolutas, sabe perfectamente que también pierde la de Diputación y que su sucesión en esa candidatura abrirá aún más la brecha entre los que apoyaron en Almería a Soraya Sáenz de Santamaría, que le ganaron la partida a nivel local, y a aquellos que se decantaron por Dolores de Cospedal por consejo del propio anciano presidente del partido.

A Javier Aureliano García, el número dos de Amat todos estos años tras arrebatarlo de las filas del ex alcalde Luis Rogelio Rodríguez Comendador, le esperan sus compañeros de partido para darle una batalla en la que no piensan dejar heridos, pero ciertamente el panorama se interpreta de dos maneras muy distintas. Los optimistas creen que la Diputación aún podrán mantenerla y los realistas saben que una mínima caída en el Levante les deja fuera de juego. A esto hay que sumar la pérdida que se prevé en las andaluzas y los tres concejales menos que ya se dan por amortizados en la propia capital. Y si miramos a Roquetas de Mar, Amat se marcha a librar una batalla que ni mucho menos tiene ganada, porque si ya gobierna en minoría, las encuestas no le auguran precisamente la recuperación de voto.

En estas elecciones que empiezan a llegar los próximos meses y con las andaluzas como el verdadero termómetro, se van a vivir momentos de verdadero pánico por dos razones muy sencillas. La primera que tiene que haber renovación, y eso no va de edades, sino de nombres. La segunda es aún más peliaguda, porque se trata de administrar lo poco o mucho que les quedará para repartir entre la jauría de amigos a sueldo de asesor, personal de confianza y otros allegados que cobran de la cuota de poder que en estos momentos tiene el PP. Ojo, que en el PSOE también hay todo un ejército de ellos, pero la diferencia es que los socialistas ya han atravesado su particular desierto mientras que los populares empiezan a adentrarse ahora en esas arenas.

A estas variables sumen que cada vez suena con más fuerza y proximidad la posible aparición de un nuevo partido de centro, muy europeísta y, por encima de todo, con un alto componente de racionalización extrema de la inmigración. No dirán que no los quieren, pero prometerán el cierre de fronteras hasta que Europa se haga corresponsable de lo que entra por las costas del Mediterráneo. Y eso son, a día de hoy, argumentos que captan de mucho a muchísimo voto.

Con este panorama, ¿alguien va a tener tiempo de llorar a Gabriel Amat? Puede que veamos escenas de lágrimas como aquellas que Luis Rogelio Rodríguez Comendador dejó correr en público cuando despedía al histórico José Luis Aguilar Gallart para darle salida hacia Sevilla, y despejar de este modo la era de la capital. Y les puedo asegurar que ese llanto duró lo que Gallart tardó en salir por la puerta del Ayuntamiento, porque a partir de ahí sufrió algo muy típico del PP de Almería, el “si te he visto, ya no me acuerdo”, que es más o menos lo que le espera a un Amat que ya no tiene ni la edad, los apoyos o el dinero de antaño.

Quién llorará por Gabriel Amat