jueves. 25.04.2024

Elena Torres, teleprensa.com Almería

La ministra María Dolores de Cospedal, -la misma que como secretaria del PP tuvo que explicar la ‘indemnización en diferido’ que recibía Luis Bárcenas, ex tesorero del partido, tras destaparse la caja B del partido-, ha vuelto a tener que dar la cara en nombre de su partido y, ahora también, del Gobierno por la chapuza del Yak-42. Los familiares de los militares que murieron en aquel vuelo llevaban años, cerca de catorce, reclamando explicaciones de lo sucedido y exigiendo que se les pidiera perdón, algo que ahora no ha tenido ningún inconveniente en expresar públicamente la ministra.

Sin embargo, el perdón que expresa Cospedal, como la indemnización en diferido, no es fácil de creer. El ministro de Defensa de entonces, Federico Trillo, ha seguido viviendo de la política durante todo este tiempo y su abandono como embajador en Londres en ningún momento se ha querido vestir como dimisión o cese, más bien al contrario, como algo que ‘ya tocaba’, al expirar su mandato. Así las cosas, este perdón público, que repitió hasta tres veces a lo largo de su intervención basado en un demoledor informe del Consejo de Estado que asegura que el accidente del avión en el que murieron 62 militares y guardias civiles que regresaban de su misión en Afganistán pudo haberse evitado si se hubiesen tomado medidas, para nada invita a pensar en un cambio de rumbo por parte del Gobierno.

Tener un gobierno en minoría parece haber obligado a los ministros a mostrar una cara más amable que la ejercida en tiempos de bonanza para el PP con mayorías absolutas, pero resulta totalmente insuficiente. Si no hay cambios profundos en la forma de hacer las cosas corremos el riesgo de que la palabra perdón se ponga de moda en el Congreso y ni siquiera sonroje a quien la pronuncie.

Pedir perdón
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