sábado. 20.04.2024

Javier Salvador, teleprensa.com

En el año 2015 Mariano Rajoy promulgó lo que podría llamarse ley de reconciliación con los judíos expulsados de España 500 años antes. Disculpas a modo de restitución de la nacionalidad española a sus herederos. 

Eso fue pedir perdón por unos hechos del pasado que, precisamente, no engrandecen nuestra historia. Ojo, también se expulsó a los musulmanes, pero a estos nunca se les ha tenido en cuenta, ni tan siquiera a los que cientos de años después y siendo españoles de pleno derecho en su momento fueron expulsados por Marruecos del Sáhara y desde entonces viven en campos de refugiados. A esos también les debemos unas disculpas mayúsculas. Dicho de otra manera, parece que dependiendo del tamaño de la cartera del solicitante, somos proclives a reconocer errores del pasado y hasta de pedir perdón por ellos.

Lo cierto es que el presidente de México ha puesto sobre la mesa algo absolutamente normal. Quizás mal planteado en formas o modelos, o sencillamente filtrado con malicia por el destinatario, pero lo cierto es que en cualquier país latinoamericano a España se la ve tanto como madre patria como la colonizadora que cometió uno de los mayores genocidios de todos los tiempos.

Entiendo que políticos como Pablo Casado no reconozcan esos hechos, pero en su caso particular me causa una mayor tristeza porque supuestamente estudió Derecho, y seguro que en algún libro de texto leería algo sobre el problema de los justos títulos y el origen del derecho internacional, que precisamente se centra en esa parte de nuestra historia que no parece que estemos dispuestos a asumir. Para que nos hagamos una idea de lo que hicieron allí nuestros antepasados, en 1511 el dominico Antonio Montesinos gritaba desde el púlpito a los grandes señores de la época frases como “todos estáis en pecado mortal y en el vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes”, y claro hablaba de los indios nativos de las tierras descubiertas, colonizadas, invadidas u ocupadas para llevar la fe católica.

Y es aquí donde posiblemente recibamos el primer revés, de parte de la Iglesia como institución, porque no extrañaría nada que se apresure a tomar conciencia de esa deuda histórica y pida perdón a toda Latinoamérica por haber amparado con la Bula inter coetera de Alejandro VI la toma de los territorios descubiertos con total y absoluta libertad. Ya pidieron perdón por la Santa Inquisición, por su papel en la I Guerra Mundial y hasta por los casos de pederastia. Es decir, si hay que pedir perdón, se pide.

De otro lado, no olvidemos que el Papa actual es argentino y obviamente tendrá una cercana sensibilidad sobre este asunto cuando, por encima de todo, el mayor número de fieles practicantes en estos momentos se concentra precisamente en ultramar. Podemos verlo como queramos, pero la Iglesia se juega salvar su mayor mercado si la petición del presidente mexicano se viraliza, como parece que está sucediendo.

En cuando a España, sólo por el hecho de que opiniones como las de Juan de Matienzo (1567), dirigiesen la toma de decisiones de los monarcas españoles ya justifica una revisión. Hablamos de juristas que decían que los indios “fueron nacidos y criados para servir y les es mas provechoso el servir que el mandar, y conócese que son nacidos para esto porque, según dice Aristóteles, a éstos tales la naturaleza les creó más fuertes cuerpos y dio menos entendimiento”, y es textual, como la explicación que daba el dominico Gonzalo Fernández de Oviedo concluyendo que el cráneo del indio es mas grueso “y así tienen el casco grueso, así tienen el entendimiento bestial”.

Pero vamos, que quizás lo más suave que encontramos en nuestros textos jurídicos sobre el asunto es la afirmación del también dominico Antonio de la Huerta, en 1547, que decía sobre los indios: “se diría que el día de su creación al Señor le temblaba un poco el pulso”

Lo dicho, que pedir perdón no cuesta dinero. No hacerlo nos puede salir muy caro.

Y puestos a mirar atrás, también es bueno hacerlo hacia los lados. Obviamente fuimos unos cafres como colonizadores, pero a tenor de lo sucedido en el continente africano, hasta tuvieron suerte de que Colón alquilase sus servicios en España y no en otro lugar.

Pedir perdón no cuesta dinero
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