jueves. 28.03.2024

Javier A. Salvador, @jsalvadortp

Entiendo que desde la primera a la última palabra de esta columna va a resultar políticamente incorrecta, pero el silencio y mirar a otro lado no van a solucionar nuestro problema, que ni tan siquiera es la inmigración, sino el uso que se está haciendo de ella a derecha e izquierda y sin querer atacar el verdadero problema que en mi opinión es Marruecos o dicho de otra forma, su modelo de estado. No podemos seguir viendo a diario decenas de embarcaciones que salen de las costas de ese país para llegar al nuestro después de que mafias perfectamente rentables y organizadas hagan dinero con la desesperación y la pobreza de otros pueblos. No podemos mirar hacia otro lado cuando el hachís que tiene en jaque a toda una parte de Andalucía sale siempre de las mismas costas que la inmigración y con el mismo interés en su control por el país de origen como el que ponen en solucionar las avalanchas de pateras.

Marruecos ha demostrado ser bastante más inteligente que nosotros en el corto plazo al conseguir convertirnos en rehenes. Los intereses agrícolas de nuestras empresas en sus zonas de producción, los caladeros de pesca compartidos y de los que prácticamente se han hecho dueños y señores sin que nadie sepa aún por qué sus doce millas jurisdiccionales llegan mucho más lejos que las nuestras propias, y un sinfín de despropósitos que nunca tendrán coto mientras la comunidad internacional no obligue de una vez por todas al establecimiento de una democracia real a cambio de seguir manteniendo el grifo de la paciencia, son en definitiva las batallas que nos han ganado.

Gracias a ello la derecha española hará bandera de los flujos migratorios para conseguir esos resultados que italianos, austriacos y tantos otros han conseguido ya no en los últimos meses, sino a lo largo de los últimos años. Lo creamos o no, cuando en este país se ven pateras hacinadas de niños, mujeres y hombres sólo nos dan realmente pena en los casos que son de aguas lejanas o mares profundos y no frente a nuestras costas, porque en ese caso ya nos hace movernos del asiento preguntándonos ¿Y cuántos mas caben aquí?

Y la verdad es que por caber podemos asegurar que caben muchos más de las que podemos imaginar, pero es el desorden lo que lleva a generar incómodos interrogantes. El problema es que los partidos que han perdido el paso en la política española, los que han sido desalojados del poder, tienen en la inmigración un enorme recurso para recuperar esos tres millones de votos que el centro derecha perdió y que van a intentar conseguir como sea.

Marruecos es muy consciente de nuestras debilidades y sabe, por ejemplo, que no le toseremos ni en inmigración o drogas mientras tenga a la flota atlántica en ascuas con el tratado de pesca. Un acuerdo que sería más barato no firmar para convertir esos fondos en un macro ERE con el que compensar a pescadores y sus industrias, que, por otro lado, pescado nunca iba faltar.

A Marruecos no hay que cerrarle las fronteras para que no entren inmigrantes a España desde ellas previo pago de importantes sumas de dinero a sus mafias de tratantes de personas. Al país vecino lo que hay es que cortarle el grifo de la barra libre, que sientan la tensión y la preocupación por el fin de una era.

Si queremos controlar los flujos es allí donde hay que actuar u obligar a actuar. Marruecos recibe una inversión extrajera directa de unos 3.000 millones de euros y España es uno de esos países que están a la cabeza. Las exenciones fiscales que se les da a las empresas que se deslocalizan, es decir las que cierran aquí para trasladarse allí, tienen incentivos que ningún país de la Unión Europea podría proponer para atraer a sus propios inversores, y ya no es sólo eliminación de impuestos, sino la subvención de 7.000 dólares por trabajador que contrates. Es decir, tienen lo necesario para poder asegurar un modelo económico al que sólo le falta una cosa, una democracia real.

Un par de sabios me hablaban no hace mucho de esa Europa que floreció tras la Segunda Guerra Mundial gracias a ese plan Marshall del que a España sólo llegó la leche en polvo. Estados Unidos necesitaba una frontera fuerte contra el eje comunista y su estrategia fue fortalecer esas naciones que necesitaban renacer. Lo hicieron a golpe de inversión, más o menos al mismo nivel de lo que la UE gasta hoy en Marruecos y otros países africanos de la ribera del Mediterráneo, pero la gran condición no era otra que el establecimiento de democracias, y el beneficio, la eliminación de barreras al comercio, modernización de la industria europea y con ello la prosperidad de nuevo al continente. Dicho de otra forma, lo que necesita África del norte no son buques de salvamento que rescaten a los que se hacen a la mar, sino un plan que frene la huida y Marruecos tiene que ser el punto de inicio por nuestra propia estabilidad.

 

Nuestro problema se llama Marruecos