viernes. 19.04.2024

Javier Salvador, teleprensa.com

Tener miedo al futuro que se te viene encima sin sentir la más mínima vergüenza, ni tan siquiera un poco de resquemor por el daño hecho a tu modelo de negocio y con ello a terceros, es sencillamente la principal muestra de que no existe arrepentimiento. Si no hay arrepentimiento se pone de manifiesto la incapacidad para asumir errores y, peor aún, la capacidad de subsanarlos. Si tu mercado te castiga, tienes miedo de las consecuencias que supondrán esas correcciones o ajustes sobre tu producto, pero no eres capaz de dar un cambio de rumbo radical para poder volver a recuperar cuota, entras de lleno en una especie de estrategia  tipo kamikaze, absolutamente borracha de arrogancia, cuyo final no será otro que la desaparición, porque sencillamente el mercado ha evolucionado hasta el punto de que ya no existen rehenes. Un ejemplo, antes éramos rehenes de Iberia, porque prácticamente era la única compañía que volaba desde aeropuertos pequeños. Fuimos rehenes de Telefónica, porque no había otra opción y aún lo somos de Renfe.  Durante muchos años los españoles llegamos a ser rehenes de una dictadura y poco después casi que lo fuimos del bipartidismo en aquellas regiones en las que, como en Andalucía, no existió nunca un profundo arraigo del nacionalismo.

Ahora, en este momento, ese panorama ha cambiado y las bases históricas de voto de los partidos se han roto. Crisis de producto. 

La del PSOE cayó hace ya tiempo, en el único lugar donde medianamente ha aguantado es Andalucía, pero la del PP nunca se había resentido hasta ahora. Me refiero a que por primera vez no cuadran los números del voto fiel, de ese que no te tienes o te tenías que preocupar ni de renovar, convencer o valorar, porque sencillamente se trataba de apóstoles de las siglas e hiciesen lo que hiciesen siempre iban a ser perdonados. Hasta que llegó Ciudadanos.

Al igual que Podemos partió por la mitad el voto del PSOE (elecciones 2015) y terminó de arrebatar por siniestra lo que el mismísimo PP le llegó a quitar por el centro para llevárselo al paraguas de la diestra (elecciones de 2011), son los populares quienes ahora se enfrentan a la división de su espacio, y si hoy ya se enfrentan a la pérdida de la mitad de su electorado, el problema se verá más acentuado en cuanto comencemos a conocer las sentencias de los casos de corrupción y juicios en los que el propio partido es uno de los acusados. Y ojo al dato, que todo lo que hoy oigamos decir de CIU y su 3%, será un juego de niños comparado con lo que se le viene encima al PP, sobre todo cuando se abra la veda del tiro al pichón azul, la lucha contra una gaviota que, precisamente, algunos aseguran que puede ser el primer elemento que desaparezca en ese intento de restyling que le preparan al PP. Pero imaginen por un momento que en ese cambio, rediseño o actualización de imagen, la presentación la hace Mariano Rajoy o, peor aún, Javier Arenas.

Lo único que salva al PSOE de una situación como la del PP es que, lo creamos o no, esa lucha fratricida de los últimos años les ha llevado a una profunda reordenación que internamente puede que no sea muy evidente, porque cada uno, dentro de casa, sólo habla de corrientes y no de personas, pero de cara a la calle sí que les ha funcionado. Por otro lado, Podemos pagará cara la factura de vender la imagen de ese grupo de templarios de la nueva política que al final han terminado como el rosario de la aurora, y le dará a los socialistas otra oportunidad mas de recuperar parte del espacio perdido.

En toda esta sangría de votos el efecto más llamativo será el del miedo entre aquellos que se quedan sin sustento. Desde asesores a cargos públicos que casi pasan de venderse como nuevos consejeros de un PP gobernando en Andalucía, a sacar las uñas para garantizarse un puesto en los escasos puestos de salida con que contarán para las siguientes, porque el PP baja en todos los frentes y eso se va a notar. Y volvemos al punto de partida, sentir miedo sin vergüenza ajena alguna por los errores cometidos, sólo aumentará su imagen externa de arrogancia sin límite del producto, el partido, ante el mercado, en este caso los electores.

Miedo sin vergüenza
Entrando en la página solicitada Saltar publicidad