jueves. 28.03.2024

Javier A. Salvador, teleprensa.com

Abierta la herida, cuando cura lo que queda es esa costra que al final se cae por su propio peso, y más o menos es lo que ha pasado con Podemos y va camino de suceder con Ciudadanos, aunque el caso de los naranjas sea más difícil de comprender porque vemos su ascenso meteórico, arrebatando voto al PP, pero son precisamente éstos los que tienen muy claro cómo hacerles caer en el momento justo, antes de las elecciones y cuando ya no tengan presupuestos que pactar. Pero por encima de todo, lo que tiene a todo el mundo horrorizado, es el caso del casoplón que Pablo Iglesias e Irene Montero, las dos figuras más visibles de Podemos, se han comprado en una lujosa zona de Madrid por algo así como 600.000 euros.

El problema no es comprarse una casa de esas dimensiones, con o sin piscina, sino evidenciar que en política se hace mucho dinero mientras hablamos de una España de trabajo precario y en la que el mileurismo es ahora una meta y no un estigma. Si esto mismo hubiese sucedido en un partido de derechas la reacción habría sido otra, y sus propios correligionarios hubiesen dedicado todo su esfuerzo mental a idear una fórmula con la que pegarse al poder y pillar algo de esa riqueza, pero las izquierdas son distintas y sencillamente estas cosas repugnan, desilusionan y desconectan al ofendido de esa corriente política.

No duele tanto que Podemos o Pablo Iglesias, tanto monta monta tanto, criticase en su momento las casas o las riquezas de otros. Lo que molesta a la gente de la calle es que adoraban a un tipo que se compraba las camisas en Alcampo y le ponía margarina barata a las tostadas, porque esos detalles le hacían uno más de su entorno, pero claro, una casa de 600.000 euros es algo que no se puede permitir cualquiera y mucho menos cuarto días después de haber comenzado su andadura profesional.

El golpe que va a recibir Podemos después de la patada en el estómago que ya recibieron sus correligionarios con la fastuosa boda de su socio de IU, Alberto Garzón, es de muy difícil digestión, pero cuando basas tu estrategia en la exposición pública, cuando vives de la audiencia que generas y te vales de ella para crear legiones de adeptos, tienes que ser consciente de que si la cagas se va con la misma rapidez que llega.

En el caso de Ciudadanos, a quien esta crisis le viene muy bien por ver en ella las barbas del vecino cortar, tendrán que hacer un profundo examen de conciencia para analizar si ese discurso inicial tiene algo que ver con el que hoy en día mantienen y, sobre todo, deben preguntarse por qué el PP está tan tranquilo cuando las encuestas les dicen que van perdiendo ya casi el 50% de su base electoral. Cuidado, que no todo el monte es orégano.

Podemos y Ciudadanos abrieron la herida de la casta, la rancia política que requería unos cambios drásticos a derecha e izquierda. El mensaje se compró a diestra y siniestra, pero lejos de amputarse los órganos infectados el electorado empieza a entender que simplemente abrieron la herida, se acomodaron al nuevo elemento y sencillamente se convirtieron en la costra que cubre la casta. Y claro, toda roncha se termina cayendo, unos a golpe de casas de 600.000 euros y otros haciendo gala de tener los mismos valores que los hermanos Marx, aquellos que si no te gustan hoy se pueden cambiar mañana.

 

De la casta a la costra