Juan Antonio Palacios Escobar
Críspulo convencía con su sola presencia, sin decir nada ni hacer ningún gesto, tenía carisma. Jamás daba consignas, pero hacía que la gente pensara y se moviera en la dirección que él quería. No estimulaba la mitomanía pero cautivaba a quien le conocía. Su manera de estar en el mundo y enfrentarse a los más resistentes, se movía entre la realidad del poder y el poder de lo real.
Carismático despuntaba en todo, además era como el gran guardián del sentido común, que le daba un aire ecológico a todas sus palabras, y promovía con sus actuaciones una ciudadanía activa y una actitud solidaria, entre lentos esperpentos y ejemplaridades rápidas.
CC aprovechaba todo lo que estaba al alcance de su mano para ofrecérselo a los demás., más allá de lo previsible y más cerca de lo increíble, entre rescates y dislates., entre apagar fuegos o provocar incendios, entre abrir la puerta a lo nuevo y cerrar la ventana a la censura y lo viejo.
Se pueden pedir explicaciones sobre lo existente y exigir que se cumpla lo que jamás ocurrió, podemos ser ecuánimes, sensatos y honrados o volvernos locos y querer descubrir fantasmas donde solo hay injurias y objetivos miserables.
Nuestro amigo sabía acompañar sus gestos con la ejemplaridad de sus hechos, pero además lo hacía con sencillez y humildad, de tal manera que cuando hablaba de actuaciones, nunca se atribuía los logros personalmente y huía del egocentrismo y el egoísmo y siempre se refería al nosotros, valorando la tarea del equipo.
Tenía la gran habilidad de inspirar y crear confianza entre los demás, sabiendo reconocer, sin complejo alguno, sus errores y valorando en los demás sus aciertos y méritos, lo que le otorgaba una gran credibilidad, y hacía que los otros le otorgaran autoridad, sin necesidad de mandar ni imponer sus criterios e ideas.
Sabía escuchar y se detenía para reflexionar con quienes le rodeaban, estando en disposición de aceptar otras posiciones y propuestas ajenas, y no considerando que las suyas eran mejores y maravillosas. Además Críspulo era batallador y se rebelaba ante cualquier injusticia para solucionar el problema.
No solo era comprensivo, justo, creativo, hábil y productivo en lo que emprendía, sino que también tenía su sello personal e intransferible en sus proyectos, lo que no le impedía sacrificarse cuando tocaba, no pidiendo a los demás lo que él era incapaz de hacer.
Diariamente demostraba su ingenio y capacidad para abandonar las rutinas y las concepciones predeterminadas, y sus habilidades personales eran las que le llevaban a encabezar y liderar los equipos con los que trabajaba.
Era muy cercano y humano, pero no era influenciable por los cotilleos y los pelotas, y sabía disculpar los fallos como algo que forma parte de la condición humana, lo que difícilmente toleraba era a los intoxicadores que se pasan el día “poniendo verde” a todo bicho viviente y a los irresponsables que son incapaces de hacer frente a sus obligaciones ciudadanas.
Se sentía seguro, quizás porque estaba lleno de dudas, y sabían que éstas, algunas veces, eran traicioneras, lo que le hacía estar alerta ante todas las posibilidades y probabilidades que pudieran dársele. Era un motor de entusiasmo para todos los que trabajaban con él, que habían terminado seducidos y lleno de admiración.
Podía conseguir los objetivos que se propusiera, pero tenía la inteligencia de adoptar siempre una actitud abierta y de aprendizaje