miércoles. 24.04.2024

Javier A. Salvador, @jsalvadortp

El panorama político general ha estallado en mil pedazos. La desconfianza del electorado en la clase política se traduce en la desaparición de las ideologías, precisamente porque se ve en esas personas a la causa fundamental de la perversión de los ideales. Hasta el prematuro aburguesamiento de Podemos y los suyos ha llevado a desechar la idea de que el camino son las nuevas formaciones emergentes, y el caso es que en vez tender a confluencias lógicas como mera estrategia de contención, aún tendremos que ver cómo se divide más todavía el panorama de cara a las elecciones municipales de este año. Dicho de otra forma, que no aprendemos.

Si antes de la calma tiene que venir la tempestad, lo que aparece en el horizonte son nubarrones muy negros que van a desvirtuar por completo en el sentido natural del voto, y de ahí que al final deba reconocer lo que mi sabio particular, al que siempre contradigo por deporte, afirma con rotundidad: que el único horizonte estable es el que proporciona el bipartidismo.

En un momento en que a izquierda y a derecha aparecen y aparecerán cada vez más formaciones, llega el momento de pararse a reflexionar si no nos estamos equivocando. Puedo entender que de cara a unas municipales las sensibilidades locales animen a generar micropartidos si éstos tiene como fin desarrollar programas, ideas concretas, pero me da la sensación que la política se ha convertido un poco en el juego de la silla, en el que todos corren en torno a una serie de escaños con el único fin de evitar que cualquier otro se siente antes que tu.

Llegados a este punto debemos plantearnos si, experimentos locales al margen, no es el momento de estudiar, estructurar, crear, idear o construir espacios comunes en los que de cara a determinados momentos electorales seamos capaces de encajar ese puzzle,  intentar hacerlo de tal manera que aporte una imagen clara de lo que representa, ya sea a izquierda o a derecha, aunque sólo sea a la hora de decidir algo tan aparentemente banal para la mayoría como la dirección de un país que debe ser el paraguas que nos cobije a todos.

Confluencias que dividen
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