miércoles. 24.04.2024

Elena Torres, teleprensa.com Almería

Gabriel Amat , ciertamente, va a dejar una profunda huella de su paso al frente de la Diputación de Almería porque ha instaurado un premio para el cual solo necesita el consenso con su propia persona. Ese uso/abuso que comete en los plenos cuando decide cortar cualquier polémica haciendo bandera de “porque lo dice el presidente” que es tanto como “usted se calla que quien tiene la palabra soy yo” tiene a bien extenderlo en otras facetas de su función.

Ya he comentado en ocasiones lo mal que particularmente me caen los premios porque buena parte de las veces no recaen en quienes más lo merecen sino en quien “deseamos complacer” y “recompensar” por vaya usted a saber que favores. Que además un presidente de una diputación utilice el nombre de ésta, -porque no ha contado con su corporación y yo me atrevería a decir que ni siquiera con su equipo de gobierno-, para entregar un premio a un representante de otra administración que además es del mismo signo político no induce más que a pensar que se trata de un compadreo impropio de quien ostenta un cargo público.

Todo esto viene a cuento del Escudo de Oro de la Diputación de Almería que Amat ha decidido otorgarle a su correligionario y ministro de Fomento, Iñigo de la Serna, por el “honor” que ha concedido a esta provincia de “colaborar” en las obras de rehabilitación del Hospital Provincial, un edificio que el PP se empeñó en endiñar a la Junta de Andalucía y tras fracasar en su intento urdió la manera de acometer sin despeinarse mucho. Sin obras de AVE, sin partidas presupuestarias claras para la provincia de Almería en 2018, el 1,5% Cultural ha venido a “salvar la cara” al Gobierno central con la remodelación de este edificio del siglo XVI. Y Amat considera que esto ¡hay que premiarlo! Y le premia en plena polémica sobre la alta velocidad que proyecta para esta provincia y cuando estamos en una fase inicial de obra. (No dudo de que la rehabilitación se hará en tiempo y forma pero demasiadas son las experiencias vividas de obras iniciadas y nunca acabadas o prolongadas en décadas que cuando menos nos deberían hacer ser un poco precavidos y menos generosos en los halagos).

La conclusión que una saca de todo este folklore es que tan acostumbrados estamos a no recibir ni lo que nos corresponde por derecho que cuando esto nos llega, -sigo pensando que no es muy meritorio el “exceso” que el ministro va a hacer para con esta provincia-, nos venimos arriba. El premio es exagerado, inmerecido, llega por adelantado y revela cuando menos cierta subordinación que destila quien lo concede.

Amat premia a De la Serna
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