viernes. 19.04.2024

Javier Salvador, teleprensa.com

Aburrido de participar en análisis del resultado electoral, los pactos y las sobredosis de narcisismo, he llegado a la conclusión de que a determinados políticos lo que realmente les interesa, lo que alimenta su supervivencia es precisamente eso, que les mantengamos en el centro de un debate donde sencillamente se cuestiona lo que sucede y no aquello que debía estar pasando. Por ejemplo, cuando hablamos de los últimos años de la ciudad, de Almería capital, quizás lo primero que nos planteamos es la ausencia de grandes inversiones en infraestructuras, obras que realmente promuevan cambios, mejoren lugares y dinamicen entornos. A cualquiera que le contemos que en el último lustro la obra más emblemática es el parque de las familias, posiblemente piense que estemos ironizando sobre el modelo de gestión de la ciudad, pero lamentablemente no es así. Esa obra es sencillamente la más importante que ha sido acometida directamente por el ayuntamiento, a parte de reasfaltados del centro y entornos tradicionalmente de voto conservador.

Y es ahí donde está la principal flaqueza tanto del gobierno como de la oposición, porque sencillamente no han tenido la más mínima capacidad de promover medidas de bajo coste que generen participación ciudadana. Propuestas que impliquen a la gente de los barrios porque vean de manera clara el fin al que se pretende llegar y en las que la creatividad, las ideas, las apuestas por lo arriesgado como mero método de prueba, sean un reto para acometer a partes iguales entre ayuntamiento y vecinos.

Imaginen, por ejemplo, que el Ayuntamiento de Almería hubiese contado con un par de artistas locales para que de alguna forma ideasen la paleta de colores del paseo marítimo. Es decir, esos tonos o manera de pintar, adaptar o falsear las fachadas, que permitiese al frontal almeriense convertirse en una verdadera imagen de postal y no en un lamentable popurrí urbanístico, un sinsentido que nos recuerda diariamente que la gestión del modelo urbano es una de las cosas en las que ha imperado el dinero sin un mínimo de criterio, escrúpulos, sentido común o espíritu de ciudad.

Cientos de lugares han puesto en marcha experiencias de este tipo tras las que con apenas invertir en cuatro botes de pintura y mano izquierda para conseguir el consenso de los vecinos, se han hecho virales a golpe de selfi. Burano en la región de Venecia, Costa Nova en la portuguesa Aveiro, son ejemplos de enclaves normales en los que un sencillo cambio creativo les hizo especiales. Y luego que cada cual invente la leyenda del porqué se hizo así.

Los barrios se mueren de tristeza mientras hay centenares de jóvenes creadores a los que, si les das la oportunidad de ocupar las calles un día al mes para vender su producto a modo de mercadillo ocasional, pero matemáticamente periódico, te llenarán de vida sana un punto que tradicionalmente puede estar deprimido. 

De verdad que está muy bien embellecer la calle Artés de Arcos, pero a nadie se le ocurrió que mínimamente tematizando mercados como el de la Plaza de Pavía o Los Ángeles, podrían ser también enclaves turísticos de una ciudad que necesita recorrido.

Recabar ideas que sencillamente puedan acometerse con microinversiones. Testar, probar, experimentar y luego mejorar sobre aquello que ha funcionado. Llenar de color los rincones mas sórdidos o invitar a que el propio arte sea lo que abra a la ciudad los lugares más alejados. A los políticos se les paga por creatividad y no para gestionar, porque para eso hay técnicos y funcionarios, y es en las ideas en las que ellos tienen que invertir su esfuerzo, en encontrarlas si no son capaces de generarlas ellos mismos.

Almería tiene déficit creativo
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