jueves. 28.03.2024

Javier A. Salvador, teleprensa.es

Las calles de la ciudad en la que vivo esconden, para mi, dos grandes tópicos típicos. El primero es que si bebes agua de una fuente que se llamamos el cañillo quedarás hechizado por un extraño conjuro que te hará volver a la ciudad para quedarte, y bueno, opiniones hay para todos los gustos, pero no lo recomiendo mientras  gocemos del actual equipo de gobierno del PP, porque es tan justo, generoso, ecuánime y honrado que lo queremos para nosotros solos y nos negamos a compartirlo con ningún otro. Por su bien.

El segundo es un gitano. Uno de los de verdad, de pies a cabeza, pelazo largo negro, limpio y aseado como no lo saben hacer lo payos. Con sus santos en la mariconera y una cinta con lo mejor de Carrete de Almería, cantaor, por si alguien aún no la tiene. Carrete vende lotería que nunca toca en la zona centro de Almería, pero a cambio es el tipo que reparte más suerte, “más que gitanas preñás” me dijeron en una ocasión. Si le compras rara vez te va mal del todo, imagino que te transfiere esa magia gitana que hace sobrevivir a los de su raza con dinero y sin dinero de la misma manera y demostrando al resto del mundo que igual son ese resto los que no han entendido el concepto de vivir.

Carrete es cantaor de flamenco, por raza y talento, y vendedor de lotería como segundo oficio, pero sólo porque hay que comer. Además de esas ocupaciones que todos pueden ver a simple vista, los miles de kilómetros que este tipo se ha recorrido en su vida y las horas de observación y conversaciones de calle que lleva  a la espalda le han dado en cierta medida una sabiduría especial, y pocas veces le he visto igual de triste que cuando me he cruzado con él en la vacía planta del pescado de la Plaza del Mercado de Almería:  “hermano, si no es que no haya gente, el problema es que ya son siete años. Y no sólo es aquí, que los bares también están sin gente. Y normal, si no hay dinero no se puede gastar. Y no hay hermano, que no hay”.

Y no queremos darnos cuenta, pero tiene que venir un Carrete a decirnos eso de ¡mamón, abre los ojos!

En apenas unos días Almería, por ejemplo, ha visto caer a dos grandes de su economía local. Una de las empresas de bandera en el sector de la construcción y otra del mundo de los electrodomésticos ¿Creen que realmente alguien ha lamentado la pérdida? Pues no y deberíamos, porque entre ambas han sumado a lo largo de los últimos años algunos centenares de trabajadores.

Nos estamos desangrando, y es precisamente ese lento proceso el que nos lleva a no percatarnos de que se nos escapa la vida en un día a día que cada vez se torna más triste, porque cada vez damos más cosas por irremediablemente perdidas. Necesitamos cambios profundos, radicales y no podemos esperar a que esos golpes de timón vengan de Madrid, cuando a día de hoy no sabemos si ese Madrid, como concepto de capitalidad, va a seguir significando lo mismo dentro de no tanto tiempo.

Tampoco se trata de que tengamos que lanzamos en los brazos de la primera alternativa que se nos presente, pero sí que debemos exigir un cambio, un refresco en el mensaje, en las caras y en las maneras, porque esas que vemos a día de hoy al frente, en nuestros entornos más cercanos, no han dado pie con bola en los últimos ocho años. Siete dice Carrete.

Evalúen y empiecen a anotar, qué ha hecho por ustedes su alcalde o diputado, por ejemplo, en los últimos cuatro, ocho, doce o dieciséis años, tantos como lleven en el cargo, y evalúen si es suficiente como para confiarle los cambios necesarios y que hasta ahora no ha hecho.

Ya son siete años, abre los ojos